Los Evangelios son cuatro y nada más que cuatro: como las regiones del mundo, como los vientos más importantes.
Estos cuatro Evangelios, en realidad, son un único Evangelio: un Evangelio cuadriforme, inspirado por el único Espíritu; un Evangelio que tiene cuatro aspectos, los cuales representan la actividad del Hijo de Dios.
Son como los cuatro querubines descriptos por Ezequiel. Dice el profeta: "El primero tenía el semblante de un león", en el sentido que simbolizaba la acción dominadora y real de Cristo; "el segundo tenía el aspecto de un ternero", lo que manifiesta su función sacerdotal y sacrificial; "el tercero tenía el aspecto de hombre", como indudable referencia a la venida del Señor en la naturaleza humana; "el cuarto tenía el aspecto de un águila que vuela", con clara alusión a la gracia del Espíritu que sopla sobre la Iglesia.
A estos símbolos corresponden los cuatro Evangelios. Cristo está en el centro.
San Ireneo de Lyon, Contra las herejías, III, 11, 8.
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