miércoles, 31 de agosto de 2011

De Profundis



Un amigo hizo un pequeño estudio sobre la interpretación hebraica y cristiana del primer versículo del Salmo 130, llamado comunmente De Profundis. Por su extensión lo dejo en dos partes.

"Desde lo profundo clamo a Ti, Señor"




1.LA TRADICIÓN HEBREA

Se ha hecho notar la ironía de que un cántico de la ascensión inicie con un grito «desde lo profundo». El término mimma'amaqîm, no es común en el Antiguo Testamento1. Para los hebreos la profundidad tenía relación con lo inaccesible, lo incomprensible, con la profundidad del océano, de la tierra o del Abismo. Es por eso que el salmista se encuentra en una situación desesperada. No tenemos información fiable acerca del contexto original en el que fue compuesto el salmo y el uso litúrgico que se le daba2. Para algunos exégetas es curioso que siendo un salmo penitencial no ocupe el primer lugar sino el onceavo3.
La historia de la interpretación de los cánticos de la ascensión podría empezar con las diferentes versiones que se encuentran en el Talmud de Babilonia y en el de Jerusalén. El escenario de la historia en ambos es la excavación de David en preparación para la construcción del Templo. Mientras que el Talmud de Jerusalén ve en los cánticos el modo que tiene David para reencauzar las aguas que amenazaban al mundo, el Talmud de Babilonia ve en los cánticos un medio por el que el rey levantó las aguas después de que estas se habían hundido hasta un nivel inaceptable4.
La conexión de las profundidades con el Templo es significativa en el ritual de la Fiesta de los Tabernáculos. Parte de la liturgia parece haber tenido el propósito de contribuir a garantizar el agua necesaria para la actividad agrícola a través de su elevación. Al parecer los levitas cantaban los salmos de la ascensión como parte de este ritual5.
Nuestro salmo tenía un papel aún mas específico cuando la lluvia no llegaba. En ese caso el ritual especificaba un determinado tiempo de ayuno donde se agregaban bendiciones y se cantaban los cánticos de la Ascensión 120, 121 y 130, y el salmo 102 en ese orden. Cada una de estas bendiciones terminaba con su oración propia6.
Estas referencias muestran el uso de estos salmos en el periodo del Segundo Templo, y ciertamente dan una idea de como fueron vistos en esa época y en los primeros siglos de la era cristiana. Desde la perspectiva de la crítica moderna, la naturaleza de la agrupación de estos cuatro salmos es clara solo en parte7. En ellos se encuentran elementos en común como el lamento individual, el pedir a Dios salir de una situación de angustia y la confianza en Dios. Por otro lado hay elementos importantes que los difer-encian, como son la preocupación por los enemigos humanos (en el salmo 120) y la detallada descripción de la condición del salmista (en el 102). La ausencia de estos fueron motivo para que algunos exégetas pusieran en duda la clasificación del salmo 130 dentro del género de lamentación individual8.
Algo que diferencia al salmo 130 de los otros tres, es el énfasis en el pecado humano. La tradición rabínica posterior no lo relacionó con un pecado concreto. Así un comentarista medieval, David Kimhi9 hace un paralelo entre la profundidad (que el especifica como las profundidades de las aguas) y el exilio de Israel. Para Kimhi, este exilio no es una simple referencia a la historia antigua de Israel. Es mas bien una realidad presente de las que sus contemporáneos necesitan ser redimidos. Kimhi cree que la redención es un proceso en dos etapas. En primer lugar, Dios redime a Israel poniendo el deseo de arrepentirse de corazón y perdonando sus pecados. Entonces, Dios rescata a Israel de su cautiverio.
Una interpretación similar entre la profundidad y el exilio hace, en su comentario a este salmo, el rabí Abraham ben Meir ibn Ezra10. Sin embar-go, no la considera la única posible. También puede estar haciendo referencia a la pobreza y a la desgracia. Se puede observar que si primero se paso de una interpretación desde lo individual hacia lo nacional. En esta última se hace el camino inverso desde lo nacional hacia lo individual.
La exégesis cabalística se decantó por una interpretación individual. Así, para Moisés de León11 el salmo es anónimo porque es el salmo de todo hombre que debe dirigir su oración desde lo más profundo del alma. Para este autor la profundidad se refiere a la fuente de todas las fuentes. La profundidad celeste de donde brotan todas las bendiciones12.
En cambio el Midrash recuerda un diálogo en el que los Hijos de Israel le preguntan a Dios cuando serán redimidos de exilio. El Todopoderoso responde que cuando estén hundidos al nivel más bajo, sin duda los rescatará13. También es dramático el del rabí Abba ben Kahana dice que la asamblea de Israel se dirigió a Dios en estos términos «soy amada porque fui puesta en la profundad de la tribulación. Pero cuando El Santo ma haga salir de la tribulación floreceré de obras buenas delante de Él»14.
Es curioso, en cambio, la interpretación del Talmud de Babilonia (Berakot 10b) en el que rabí Josi ben Rabbi Chanina en nombre de rabí Eliezer ben Jaqob, dice que el hombre no debe estar en un lugar elevado para orar. A partir de esta interpretación se ponía el atril en la parte más baja de la nave de la sinagoga15. El Midrash Tehilim comenta este versículo diciendo que «nunca se debe estar sobre una cama, silla, banco, taburete o cualquier otro lugar alto para orar, debemos estar en un lugar bajo, porque no debe haber ninguna soberbia en presencia del Todopoderoso»16. Tanto el Barakot como el Midrash Tehilim defienden la misma tradición con respecto al salmo 102. Este pasaje es también citado en referencia al estudioso de la Torah, que extrae los designios del corazón humano, el cual es comparado con las «aguas profundas»17.
Parte del enigma que encierra nuestro salmo tiene que ver con lo poco exhautivo de la descripción de la situación del salmista. La relación entre los salmos 130 y, por ejemplo, el 102 sirven en cuanto el último puede ser utilizado como clave de lectura del primero. Es claro que esta relación no es evidente. Sin embargo, se puede hipotetizar, que el haberse mantenido unidos tanto en la liturgia, como en algunas de las interpretaciones rabínicas, traspasa lo meramente casual18.
Por otra parte, parece ser un hecho que la raíz del término traducido como «profundidad» en el salmo 130, empezó a generalizarse a partir del Segundo Templo y sobre todo a partir de la etapa post-bíblica, utilizándose tanto para describir la profundidad del pensamiento divino y humano como para referirse a los misterios del mundo o simplemente aquellas cosas difíciles de entender. Esta relación se ve, por ejemplo, en los pasajes en que hay una conexión ya sea mitológica o histórica entre la sabiduría y la profundidad del mar19.
Antes de concluir esta sección se debe mencionar el papel del Salmo 130 en el resto de la tradición litúrgica judía. Tanto esta como la cristiana lo han considerado un salmo penitencial. Tiene un papel específico durante el día diez de Penitencia entre Rosh Hashaná y Yom Kipur. La preocupación del salmo sobre la pecaminosidad humana, hace que sea apropiado para tales ceremonias. En cambio, no es tan claro que lugar ocupa la imagen de la profundidad.
Es sugestivo que esta imagen tenga un lugar recurrente en estas fiestas más allá del uso del Salmo 130. Por ejemplo, en la ceremonia del Tashlik recuerda el envío de los pecados a las profundidades del mar en Miq 7,19. Este pasaje se encuentra en varias ceremonias lo mismo que el libro de Jonás donde, obviamente, la profundidad del mar ocupa un lugar destacado. Aunque tanto en un libro como en el otro la palabra usada para referirse a la profundidad no es la misma que la del Salmo 130.
Concluimos esta primera parte haciendo notar que si el término «profu-ndo» en los orígenes tenía un sentido unívocamente negativo, el uso flexible que se le dio, permitió, a la tradición judía posterior darle tanto un enfoque negativo como positivo20.
1Una vez con el genitivo «mar» en Is.51,10, tres veces con el genitivo «agua» en Sal 69,3.15 y en Ez 27,34.
2H. Nasuti, «Plumbing the depths» 105.
3Cfr. L.Alonso Schökel, I Salmi, II, 696. El hecho de que el grito inicial sea desde lo mas profundo y que la colección sea de cánticos de una ascensión, agrega argumentos para que nuestro salmo ocupe uno de los primeros lugares.
4Cfr. H. Nasuti, «Plumbing the depths» 104.
5Cfr. R.Patai, Man and temple in Ancient Jewish myth and ritual, 29, 54-60, 86.
6Cfr. H. Nasuti, «Plumbing the depths» 104.
7Cfr. H. Nasuti, «Plumbing the depths» 105.
8Cfr. H. Nasuti, «Plumbing the depths» 107. Ciertamente es esta una posición muy minoritaria. Cfr. L.Alonso Schökel, I Salmi, II, 696 y G.Ravasi, Il libro dei salmi, III, 634.
9David Kimhi (1160-1235) fue un rabino y filósofo nacido en Narbona famoso por sus comentarios a los libros de los profetas, del Génesis, Salmos y otros del Antiguo Testamento.
10Abraham ben Meir ibn Ezra (1092-1167) califcado como el Sabio, fue un destacado intelectual sefardí nacido en Tudela (España). Fue uno de los mas destacados literatos hebreos del medioevo y sus comentarios a la Biblia se distinguen por su erudición.
11 Moisés de León (1250-1305) fue un rabino y filósofo judio sefardí. Se interesó por la cábala ante el aumento de la influencia racionalista dentro del judaismo.
12 citado por G.Ravasi, Il libro dei Salmi, 628.
13 A.C.Feuer ed. Tehilim – Psalms. A new traslation
14 citado por G.Lenzi ed. I salmo del pellegrinaggio, 179.
15 Cfr.G.Lenzi ed. I salmo del pellegrinaggio, 178.
16 A.C.Feuer ed. Tehilim – Psalms. A new traslation.«furthermore one should never stand upon a bed, chair, bench, stool or any high place to pray but should pray from a low place, for there must be no haughtiness in the presence of the almighty»
17 Prov. 20,5.
18 Cfr. H. Nasuti, «Plumbing the depths» 109.
19 Ver, por ejemplo, Sab.10,18-19 o Ecli. 25,5.
20 Cfr. H. Nasuti, «Plumbing the depths» 110.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La contemplación en la Regla de San Benito


San Benito, a la par de Casiano en las Instituciones, no quiere teorizar sobre la contemplación, pero eso no quiere decir que la excluya de su programa. El monje purificado por el ejercicio de la humildad, llegado a la caridad perfecta, si se mantiene fiel a la gracia, goza de un trato cada vez mas continuo con Dios.  
La humildad que reclamaba San Benito para sus monjes no es solo una realidad que abarca todo el ascetismo, ni tampoco solo una ascesis que desemboca en la contemplación, sino que incluye ya en sí misma una levadura mística. A lo largo de sus esfuerzos y sus luchas, Cristo mismo acompaña al monje en el ascenso a la perfección. Es esta una doctrina que traspasa a la espiritualidad benedectina. Santo Tomás mismo dirá que los actos que nos disponen a la contemplación, ya son, de alguna manera actos contemplativos.  
Es en este marco que debemos entender la importancia del trabajo dentro del la Regla. San Benito sigue aquí, como en tantas otras materias, la más pura tradición del monaquismo cristiano. Ya para San Antonio Abad el trabajo era una forma de combatir la acedia y evitar el desánimo. En la Regla, además de servir de sustento, es un ejercicio ascético, que perfecciona al hombre y lo prepara para la contemplación. 
San Benito no es un idealista, sin un hombre práctico. Señala la meta, indica los medios para alcanzarlas, pero hace hincapié en que lo primero, lo inmediato es cumplir puntualmente la Regla, la cual ha sido pensada para principiantes. Lo primero será adquirir buenas costumbres y afianzarse en los fundamentos de la vida monástica. La labor de enseñar las cumbres mas altas de la vida espiritual se la deja a la Sagrada Escritura, a las Colaciones de Casiano, a la Regla de San Basilio, etc. 
Sin embargo, al final de la Regla no deja de alentar a aquel que se propone caminar hacia la «la patria celestial» y a esos les pide que cumplan la «mínima regla» e invoca la ayuda y la protección de Dios.

Como dijimos, la Regla benedectina, puede ser todavía hoy un verdadero manual de espiritualidad para aquel que quiere avanzar en el camino hacia Dios. Su aparente simplicidad (incluso su aparente tosquedad podriamos decir) oculta una sabiduría profunda. Producto del genio práctico romano, y de una asentada tradición monástica cristiana, la Regla fue pensada por el autor para la vida concreta, sabiendo las dificultades que toda persona que busca a Dios va a encontrar y a la vez siendo flexible, dejando lugar para la inspiración divina y la innovación humana. 

viernes, 19 de agosto de 2011

Amistad y Psicoterapia




VIII JORNADA
DE PSICOLOGÍA CRISTIANA

AMISTAD
Y
PSICOTERAPIA
18, 19 y 20 de agosto de 2011

PROGRAMA


JUEVES 18

15 hs – Inscripción
16 hs.   Pbro. Dr. Ignacio Andereggen La amistad, fuente de salud psíquica”
17,30 hs.  Hna. María Elena Schell "El magisterio de la amistad y la salud psíquica"   
18,30  Café
19 hs. VIDEO: Dra. Mercedes Palet (Suiza) Los efectos curativos de la mirada amistosa en psicoterapia”.
19,30 hs. Dr. Martín Echavarría “La amistad en las corrientes de psicología contemporáneas”

VIERNES 19

15,30 hs. VIDEO: Dra. Patricia Astorquiza (Chile) “La amistad en Aristóteles”
16,30 hs. Dra. Zelmira SeligmannLas virtudes necesarias en el vínculo amistoso.”
17,30 hs. Café
18 hs. P. Fernando Rivas OSBLa amistad espiritual en San Elredo”
19 hs. Lic. Pablo Lego (Perú)Las implicancias de la amistad terapéutica en el crecimiento personal"

SÁBADO 20

9,30 hs. Recepción
Pbro. Gabino Tabossi "[...] Y montándolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una morada y cuidó de él ´´(Lc.10,34). La morada eclesial como morada terapéutica.” 
11 hs Café
11,30 hs. Dra. Mariana De Ruschi  “La amistad como causa de discernimiento en psicoterapia”
12,30  hs Almuerzo
14 hs. Orquesta Ensamble Buenos Aires Barroco
15 hs. Lic. Nora Ortubia "La amistad en el camino terapéutico de San Agustín"
16 hs. Dra. Angela G de Bertolacci “La amistad, benevolencia y concordia recíprocas en Santo Tomás”
17 hs. Café
17, 30 hs. Mesa Redonda
18,30 hs. MISA                                                                                                                  


UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA
“SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES”
Edificio Santo Tomás Moro: AUDITORIO MONSEÑOR DERISI
Alicia M. de Justo 1400 - Buenos Aires
Inscripción (el día de la Jornada): $30.










miércoles, 17 de agosto de 2011

La humildad en la Regla de San Benito


San Benito desarrolla la doctrina sobre la humildad en el séptimo capítulo. Para varios comentaristas es este el nudo de la doctrina ascética de la Regla. 
También aquí el término humilitas hace referencia a una realidad muy distinta de lo que se entiende comúmente entre moralistas. Los monjes solían dar a este vocablo un sentido extraordinariamente amplio que iba desde la obediencia hasta las humillaciones. En realidad no constituía una virtud bien individualizada sino un espíritu que penetraba todas las virtudes. Para Casiano es la disposición fundamental a toda perfección cristiana y al mismo tiempo su coronamiento, ya que abarca la purificación del alma, la extirpación de los vicios, la adquisición de todas las virtudes, la caridad perfecta y los diversos grados de contemplación.
La verdadera humildad se define como el espíritu que anima toda la vida práctica, toda disciplina, todos los ejercicios que conducen a la perfección de la caridad. La humildad significa la respuesta del hombre a la actitud íntima y profunda de Cristo. Era imitación de Cristo. De ahí que se hubiese convertido en la virtud fundamental del monje. De ahí que se tradujera en obediencia, porque la humildad de Cristo se expresó en la obediencia extrema a la voluntad de su Padre. 

lunes, 15 de agosto de 2011

In Assumptione Beatae Mariae Virginis


Himno Ave Maris Stella de las Visperas de la Beata Virgen Maria de Claudio Monteverdi, ejecutada por La Capella Reia de Catalunya dirigida por Jordi Savall.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La obediencia en la Regla de San Benito



Si sobre la castidad la Regla es exageradamente sobria, sobre la obediencia es mas bien todo lo contrario. La importancia capital que le concede se deduce del hecho mismo de dedicarle especificamente tres capítulos (5, 68, 71), y de la gran frecuencia con que la menciona desde el principio del prólogo hasta el epílogo. Lo cual no es de admirar, ya que desde la primera pagina asegura que es el camino para retornar a Dios. Es así que la obediencia constituye el eje de todo itinerario monástico.
El concepto de obediencia siempre hizo referencia al oír a otro y hacer su voluntad. En este sentido ya era central en el Antiguo Testamento, donde Dios llama a escuchar su voz y a cumplir sus mandatos. La esencia del pecado es la desobediencia. 
En Nuevo Testamento subraya este valor. La vida de Jesús es la de la obediencia total al Padre, siguiendo el camino que este señala. El verdadero discípulo de Jesús cumple la voluntad de Dios. Es por eso que para San Pablo la obediencia es el fundamento de la salvación (Rom 5,19). La idea de obediencia encontró un eco extraordinario sobre todo entre los monjes a partir de las primeras generaciones. Los padres del desierto no se cansarán de insistir en este llamado a la obediencia a Dios, a la Escritura, al anciano espiritual, a la regla, a los hermanos. 
El primer capítulo que la Regla consagra a la obediencia (5) empieza sin preámbulos diciendo que «el primer grado de humildad es una obediencia sin demora». La frase se transformó en una cruz para los intérpretes. Hoy la gran mayoría está de acuerdo en que San Benito proclama su valor soberano y declara que es la cumbre y expresión mas perfecta de la humildad. No es cualquier tipo de obediencia, sino una obediencia pronta y amorosa, digna de Dios. San Benito sigue así la tradición de la espiritualidad cenobítica, que considera a la obediencia como un elemento primordial, imprescindible para la existencia misma de la comunidad, al ser el elemento fundante del monacato. 
El amor de Cristo es el principal motivo de obedecer y el mas perfecto. Pero la Regla enumera también otras razones menos elevadas. El servicio santo que se ha profesado, el temor al infierno, el deseo del cielo, la fe, el temor de Dios, y el anhelo de avanzar hacia la vida eterna. 
Para la Regla, la obediencia es renunciar al libre ejercicio de la propia voluntad, refrenando los propios deseos y los de la carne. En su aspecto positivo es dejarse llevar por el juicio y la voluntad de otro imitando al Señor que no vino a cumplir su voluntad sino la de Aquel que lo envió. Para que esta obediencia sea perfecta ante Dios, la Regla enumera ciertas caracteristicas. Se debe hacer sin miedo, sin tardanza, sin frialdad, sin murmuración y sin protesta. Obedecer exteriormente no basta si no va acompañado de buena voluntad, porque al superior se lo puede engañar pero a Dios no. Para la Regla el peor defecto contra la obediencia es la murmuración. 
San Benito vuelve a ocuparse de esta virtud al final de la Regla, en el capítulo 68, que para algunos comentadores (Delatte, de Vogüe) es uno de los mas bellos de toda la Regla. El capítulo se titula «Si le mandan a un hermano cosas imposibles». Si el capítulo 5 exponía una doctrina austera, exigente y teórica, este deja una enseñanza sobrenatural, en el fondo, más exigente y al mismo tiempo llena de humanidad y de comprensión. El monje ante una orden imposible o dificil de cumplir es autorizado por la Regla a exponer al superior sus razones, pero lo debe hacer sin soberbia, sin resistencia, con sumisión. Pero si aún así el superior no cambia de parecer, el monje «debe convencerse que así le conviene y obedecer con caridad, confiando en el auxilio de Dios». 
El último capítulo en el que San Benito se ocupa de este tema es el 71, en el que dedica algunas palabras a la obediencia mutua. Si durante buena parte de la Regla los monjes aparecían como meros discípulos bajo las órdenes del abad, aquí el autor hablará de la obediencia que se deben tener unos a otros. Y es que para el santo, la obediencia no solo es un bien en si mismo sino que implica la manifestación de la caridad, el ejercicio del amor fraterno, un nuevo vínculo que une a los hermanos entre si. El monje, por este camino, renuncia a su propia voluntad, a su propio interés, para hacerse servidor de sus hermanos en quién ve a Cristo. Tan firme es en este parecer el autor, que si un hermano se resistiera a esta obediencia horizontal, de hermano a hermano, debería sufrir una sanción y llegado el caso ser expulsado. El motivo de tanta rigidez es preservar la comunión fraterna, que tiene para el santo, un valor absoluto. 

miércoles, 3 de agosto de 2011

La castidad en la Regla de San Benito



La Regla es, para decirlo de alguna manera, poco expresiva sobre la virtud de la castidad. Hace referencia a ella en el capítulo cuatro, dentro del llamado corpus ascético, base y fundamento de la espiritualidad benedictina, un compendio de máximas sin demasiado orden, que tienen como objetivo preparar los instrumentos para el arte de la lucha espiritual. 
Allí el santo de Nursia se expresa con ciertca sobriedad diciendo «amar la castidad».  Es sin embargo significativo el lugar que ocupa. Es la primera de diez preceptos (algunos negativos y otros positivos) que llaman al amor fraterno. 
La castidad fue desde el primer momento, un elemento central en el monacato primitivo. El monje renunciaba al matrimonio desde el momento en que vestía el hábito. Esa renuncia era definitiva. Leyendo los textos monástico antiguos, notamos que la castidad era una de las preocupaciones máximas tanto de los anacoretas como de los cenobitas. Casiano, que tanta influencia tuvo en San Benito, decía que se trataba de un combate más largo que los demás y que no acababa hasta que se habían superado todos los vicios. 
Ahora bien, no se debiera reducir a la virtud de la castidad al simple goce sexual. En realidad la castidad hace referencia a una virtud más general que modera todas las pasiones del cuerpo. Los antiguos hablaban de egcráteia, que en un sentido cristiano hacía referencia a la abstinencia de las cosas agradables practicada en orden a amortiguar el orgullo. Diádoco de Fotice la definía como la consumación de la renuncia, que mantenía libre al alma. Vemos entonces que por un lado la castidad tenía un componente corporal, que no se reducia a lo sexual, de hecho la mejor forma de combatirla era teniendo templanza en el comer y en el beber. Practicando el ayuno, el trabajo y la oración. Por el otro lado, la castidad estaba orientada a desarrollar las virtudes del espíritu, a alcanzar la humildad y la mansedumbre queridas por el Evangelio, y esto era orientado a purificar el amor fraternal hacia los otros.