jueves, 17 de enero de 2013

El síndrome de Macbeth



A partir del comentario del amigo Ludovicus en la última entrada de The Wanderer recordé un texto de George Orwell, que había leído hace tiempo y que me interesaba recuperar. Cosas de la libre asociación. Aquí lo dejo porque puede ser de utilidad en los tiempos que corren.


Macbeth: un comentario 
17 de octubre, 1943

Macbeth es probablemente la más perfecta de las obras de Shakespeare. Con esto quiero decir que, en mi opinión, se combinan en ella las cualidades de Shakespeare como poeta y dramaturgo más felizmente que en ninguna otra obra. Sobre todo hacia el final, está llena de poesía de la máxima calidad, pero además es una obra construida a la perfección, y de hecho seguiría siendo buena aun si se la tradujera muy torpemente a otro idioma. No quiero hablar aquí sobre la versificación de Macbeth. En pocos minutos más, podrán escuchar ustedes la representación de algunos pasajes. Simplemente me interesa Macbeth como tragedia, así que será mejor que haga un breve resumen argumental.
Macbeth es un noble escocés del Medioevo temprano. Cierto día, al regresar de una batalla en la que se ha distinguido particularmente y ha conquistado el favor del rey, se encuentra con tres brujas que le profetizan que él será rey. Otras dos profecías hechas por las brujas se cumplen casi de inmediato, por lo que resulta inevitable que Macbeth se pregunte cómo es que habrá de cumplirse la tercera profecía, dado que el rey, Duncan, está vivo y tiene dos hijos. Es obvio que casi desde que oye la profecía contempla la posibilidad de asesinar a Duncan, y si bien al principio vacila en hacerlo, su esposa, cuya voluntad parece ser más fuerte, lo convence. Macbeth asesina a Duncan, ingeniándoselas para que la sospecha recaiga sobre los dos hijos. Éstos huyen del país, y como Macbeth es el heredero directo, asciende al trono. Pero este primer crimen inexorablemente conduce a una cadena de crímenes, culminando en la zozobra y la muerte de Macbeth. Las brujas le han anunciado que aunque él llegará a rey, ningún hijo suyo lo sucederá en el trono, el cual quedará en manos de los descendientes de su amigo Banquo. Macbeth hace matar a Banquo, pero el hijo de éste escapa. También le han advertido que se cuide de Macduff, el Thane de Fife , y Macbeth sabe en forma vagamente consciente que es Macduff quien finalmente acabará con él. Intenta hacer matar a Macduff, pero una vez más, Macduff escapa, si bien su esposa y su familia son asesinadas de forma particularmente atroz. Una inevitable cadena de circunstancias lleva a que Macbeth, que comenzara como un hombre valiente y de ninguna manera malvado, termine siendo la típica figura del tirano aterrorizado, odiado y temido por todos, rodeado de espías, asesinos y psicofantes, que vive en permanente temor a la traición y la rebelión. De hecho, es una especie de primitiva versión medieval del moderno dictador fascista. Su situación lo obliga a ser cada vez más cruel a medida que pasa el tiempo. Mientras que al principio es Macbeth quien flaquea ante el asesinato y Lady Macbeth se burla de su debilidad, al final es Macbeth el que masacra mujeres y niños sin inmutarse y Lady Macbeth quien pierde la cordura y muere parcialmente demente. Y no obstante y he aquí el mayor logro psicológico de la obraB, Macbeth es siempre fácil de reconocer como la misma persona, que usa siempre el mismo tipo de lenguaje; no es una maldad congénita lo que lo impulsa a cometer un crimen tras otro, sino algo que le parece ser una necesidad insoslayable. Al cabo estalla la rebelión, y Macduff y el hijo de Duncan, Malcolm, invaden Escocia al frente de un ejército inglés. Las brujas han hecho otra profecía, que aparentemente le promete inmunidad a Macbeth. Cómo es que se consuma ese anuncio, y cómo es que acaba con la muerte de Macbeth sin verse desmentido, habrán de escucharlo ustedes en el fragmento que a continuación será representado. Finalmente lo mata Macduff, como Macbeth siempre supo que sucedería. Cuando ve con claridad el sentido pleno de la profecía, renuncia a toda esperanza y muere luchando por mero instinto de guerrero que debe morir de pie y sin entregarse.
En todas las grandes tragedias de Shakespeare el tema posee alguna reconocible conexión con la vida cotidiana. En Antonio y Cleopatra , por ejemplo, el tema es el poder que una mujer sin dignidad puede ejercer sobre un hombre valiente y dotado. En Hamle t, es el divorcio entre la inteligencia y la habilidad práctica. En Rey Lear es un tema bastante más sutil: la dificultad de distinguir entre generosidad y debilidad. Esto vuelve a aparecer más crudamente en Timon de Atenas . En Macbeth , el tema es sencillamente la ambición. Y aunque todas las tragedias de Shakespeare se pueden traducir en términos de la vida moderna y cotidiana, la historia de Macbeth me parece la más cercana a nuestra experiencia habitual. De forma relativamente inofensiva y a menor escala, todos hemos hecho alguna vez algo bastante similar a Macbeth, y con consecuencias equiparables. Si cabe decirlo, Macbeth es la historia de Hitler o Napoleón. Pero también es la historia de cualquier empleado bancario que falsifica un cheque, cualquier oficial de policía que acepta un soborno, cualquier ser humano que de hecho se aprovecha de alguna ventaja desleal para sentirse un poco más arriba y más adelante de los demás. Se basa en la ilusoria creencia humana de que una acción puede ser aislada, de que uno puede decirse a sí mismo Acometeré este único crimen, que me llevará hasta donde quiero llegar, y luego seré una persona respetable. Pero en la práctica, como lo descubre Macbeth, un crimen deriva de otro, aun sin que aumente la propia maldad. Su primer asesinato es para ascender de posición; los que siguen, incluso peores, son para defenderla. A diferencia de la mayoría de las tragedias shakespeareanas, Macbeth se asemeja a las tragedias griegas en cuanto se puede predecir su final. En general, uno ya sabe desde el comienzo qué es lo que va a pasar. Esto hace que el último acto sea más conmovedor todavía, pero sigo pensando que el principal atractivo de la historia es su carácter de lugar común. Hamlet es la tragedia de un hombre que no sabe cometer un crimen; Macbeth es la tragedia de un hombre que sí sabe. Y si bien casi ninguno de nosotros en realidad comete crímenes, el dilema de Macbeth está más cerca de nuestra vida diaria.