lunes, 21 de abril de 2014

Decálogo III

El tercer capítulo del decálogo es cinematográficamente, según mi humilde y poco mayoritaria opinión, de los mejores de la obra de Kieslowski. 
La historia comienza la Vigilia de Navidad, con los gritos (que como letanía aparecerán en distintos momentos del film) de un borracho que arrastrando un árbol de Navidad diciendo "¿Dónde esta mi casa?". Rápidamente la historia se centra en Janusz (una justa y sobria interpretación) que se disfraza de Papa Noel para hacer los regalos a sus hijos. Antes de entrar a su departamento de Stowki ve al padre de Decálogo I que triste observa los festejos de las otras familias.
Janusz (Jano, imagen de la dualidad) festeja con los suyos, sin embargo una cierta frialdad entre su mujer y él hacen pensar que no todo va bien. 
Paralelo a él esta Eva (la primera mujer, excelente y expresiva interpretación) que recorre angustiada Varsovia. Ve a un niño que escapa para alcanzar un árbol de Navidad y es reatrapado por la autoridad. Llega a un geriátrico donde lleva un regalo para su tía. Una tía que ha perdido la memoria, que esta esperando morir sola, que la ve todavía niña, pero recuerda que es casada. 
Eva y Janusz se encuentran en la Misa de la Vigilia, pero no directamente. Eva es como un fantasma que aparece y desaparece. Janusz sospecha y al volver a su casa desconecta el teléfono antes de brindar con su mujer. Eva se presenta, pero no por el teléfono sino directamente y le dice que su marido ha desaparecido. Janusz inventa una historia para salir y aún otra para ausentarse toda la noche. La cara incrédula de su mujer nos vuelve a decir que hay algo del matrimonio que no funciona. 
Y a partir de esta mentira una auténtica odisea o peor aun, un auténtico descenso al infierno de una gran ciudad una vigilia de Navidad (Decía un profesor mío que si alguien quería conocer algo parecido al infierno, que recorriera las calles del centro de Buenos Aires la noche de Navidad). 
La presencia en un hospital que les hace ver el cuerpo mutilado de un accidentado, la violación de las leyes del tránsito y la posterior persecución policial, el juego suicida contra el tranvía (donde aparece el Testigo Silencioso que sin inmutarse los mira), la tentación en la casa de ella, el choque contra el árbol de navidad que lastima a él y daña el auto, la visita al centro de alcohólicos, donde un guardia tortura con agua helada a los presos, y finalmente la estación vacía. 
En medio Janusz y Eva tienen filosos diálogos. Ella por momentos lo humilla y le da órdenes. En otros momentos se humilla y parece tentarlo. Él parece no creer la historia del marido. Y sin embargo, tampoco quiere dejarla. En el correr del relato sabemos que fueron amantes y que una llamada anónima puso en aviso al cónyuge de ella que los descubrió e hizo terminar la relación.
En la estación ella se confiesa. Ha dicho muchas mentiras esa noche, pero todas en función de una. Su marido no ha desaparecido porque la abandonó hace tres años cuando supo que ellos dos eran amantes y ha formado una nueva familia. ¿Por que hizo entonces todo eso? No podía pasar esa noche de Navidad sola y se juró que si no lograba permanecer junto a Janusz se suicidaría. 
Janusz y Eva vuelven a Stowki, donde Eva dejó el auto. Cuando se separan se saludan haciendo el guiño con las luces del auto. Los dos parecen en paz. 
Janusz regresa a su casa y allí encuentra a su mujer que sabe que su marido le ha mentido. Janusz. Confiesa que ha estado con Eva pero a la pregunta de su mujer de que si ahora de nuevo comenzaría a faltar todas las noches, Janusz le dice "No. No. No lo haré". 
El planteamiento con respecto a la ley del decálogo es similar al capítulo II. Janusz santifica de alguna manera aun mintiendo porque con esa mentira suya y aceptando la mentira de Eva logra salvar una vida. El otro punto moral que plantea el film (en paralelo también a II) es cual es la verdadera casa de este Jano que se debate entre el bien y el mal.
Sin embargo todo esto no parece ser lo esencial. Una vez más Kieslowski logra insinuar mucho más de lo que dice. En este caso, Janusz ha logrado recomponer su vida aceptando el perdón de su mujer. Un perdón que por otra parte parece ser infinito. Al final no hay ningún reproche. Simplemente la enunciación de un hecho y a eso la respuesta del marido es un "No, no lo haré más". 
En cambio Eva es alguien que no ha podido recibir el perdón. Esa situación ha transformado su vida o más bien la ha dejado empantanada, sin salida, llevándola a su propia autodestrucción, con los diversos "intentos" de suicidio y tratando de lastimar (física y moralmente) a quienes son cercanos a ella. 
Por último dos palabras sobre la presencia del Testigo Silencioso. Varios autores se han referido a su presencia como la de un ángel (Imparato, Baugh) que con su mirada intensa, sin miedo y sin pánico guía a los dos personajes. Él no frena, ni hace sonar la alarma. Es como si tuviese toda la situación bajo control. Dos pequeños detalles casi imperceptibles parecieran justificar esta conclusión. La primera es el plano desde el cual se ve al auto escapar del choque con el tren. Es un plano subjetivo desde la cabina del conductor (para que se entienda es como si nosotros viéramos lo que el conductor ve). La segunda es la misma imagen del Testigo Silencioso iluminado por los faros del auto haciéndole parecer un espíritu o una persona transfigurada. ¿Demasiado forzado? Quizás si, pero atención a un detalle: Kieslowski al describir la escena en el guión utiliza los mismos términos.  

martes, 15 de abril de 2014

Decálogo II

Toda la transparencia mostrada por Kieslowski en I se transforma en II en ambigüedad, uno de los capítulos del Decálogo más dificil de interpretar. La historia se centra en las vidas hasta cierto punto paralelas de Dorota ("el regalo de los dioses en griego", los nombres en Kieslowski nunca son al azar) y un vecino y médico del cual no sabemos el nombre. Los dos personajes viven en el mismo edificio del barrio de Stowki. 
El médico vive solo (ha perdido toda su familia en un bombardeo durante la guerra), en un modesto departamento (Kieslowski se esmera en mostrarnos las dificultades finales del régimen comunista), afrontando su propia muerte (la imagen de dolor en la bañera) y a la vez tratando de conservar la vida (la del cactus, la de los peces, la del pájaro).
Dorota vive varios pisos más arriba, en un departamento más moderno y más cómodo (pero Kieslowski hace notar que ninguno tiene agua caliente, así que las dificultades eran para todos). Parece estar angustiada y en tensión. Fuma un cigarrillo tras otro mirando por la ventana. Destruye con notable tenacidad todas las hojas de una frondosa planta (y no un cactus) que posee en su casa. No responde al teléfono. No habla con nadie. 
Los primeros veinte minutos los dos personajes juegan al gato y al ratón. Dorota persigue al médico (incluso con el auto!) porque dice tener un problema. Por fin aparece el dilema moral.
Ella ha siempre deseado tener un hijo y ahora por fin esta embarazada, pero de su amante. El marido está gravemente enfermo y es su médico-vecino quien lo atiende. Necesita saber si su marido vivirá o no porque si muere tendrá al niño, pero si este se cura lo abortará.

Dorota exige del médico una respuesta apelando a la rigurosidad científica de la medicina. El anciano médico se niega a dar una respuesta conclusiva, su experiencia le dice que los pronósticos no son más que eso. Pero la mujer no se da por vencida y sube la apuesta. Para no dejarlo tranquilo en su conciencia le revela sus planes. Si él no contesta ella tiene que abortar para continuar con su marido. El médico gana tiempo pero al saber que el aborto es cuestión de horas le revela que su marido tiene pocas posibilidades por lo avanzado de su enfermedad. Dorota le pide que lo jure. Y el médico lo hace.
La escena anterior es particularmente ambigua. El médico mira por el microscopio las muestras del marido de Dorota. Ante la mirada del Testigo silencioso, que aquí hace las veces de enfermero, el colaborador del médico le dice que no hay duda de que progresa. Pero ¿que cosa progresa? ¿el enfermo o la enfermedad?
El Testigo silencioso aparecerá una segunda vez. Dorota está sentada mirando a su marido pero sin poder comunicarse con él (que parece estar inconsciente y a veces tener alucinaciones). Allí tiene que decidir si lo deja o no. De hecho la mujer parece esperar siempre una decisión de otro, ya sea del mismo médico o de la muerte. Ante la mirada del Testigo, Dorota declara su amor. Elige la fidelidad. Y allí una de las imágenes más famosas del Decálogo. Una abeja que atrapada en la melaza de unas frutas que Dorota le había llevado al marido, lucha por sobrevivir y escapa de la muerte. 
Y entonces, dos finales. El primero es el de Dorota que mientras toca el violín en la filarmónica sonríe y se muestra relajada por primera vez en toda la película (¿Sonríe al médico que la había pedido entradas para oírla?). 
El segundo final es el del marido que como Lázaro vuelve de la muerte (la imagen de él entrando por una puerta iluminada ha llevado al paralelo con la resurrección evangélica a varios críticos). Agradece lo que el médico ha hecho por él y le cuenta que con su mujer esta esperando un hijo. 
- Sabe lo que significa un hijo, le dice.
- Si lo se. - responde el médico que todavía recuerda a los que él perdió.

Kieslowski elabora en este film, a mi entender bastante complejo, distintas temáticas. La primera y más inmediata es la ambigüedad de la ley. ¿Es lícito jurar en falso, invocando el nombre de Dios, para salvar una vida inocente? 
El segundo tema es el de la vida y la muerte. Dorota plantea el problema como un juego de suma cero. La vida de uno, implica necesariamente la muerte del otro. El médico (y sobre todo Kieslowski) desmonta esta premisa. La sensación que el director logra crear es que la muerte de uno lleva necesariamente a la muerte del otro. Si Dorota hubiera abortado su marido habría muerto.
El tercer tema es el de la responsabilidad. Nadie puede elegir por nosotros. La figura misma del Testigo que observa, sin decir una palabra obliga a la propia decisión como único camino para la propia conciencia. 

P.D.: Interesante es la reflexión que hace Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema Argentina, en la presentación que hizo de este capítulo del decálogo para la TV. Dice el juez que "con la violación del mandato el médico salva dos vidas".  Lástima que no lo tenga así de claro cuando debe juzgar con respecto al aborto...

viernes, 11 de abril de 2014

Decálogo I

Decía Kieslowski que los films que más le habían costado de Decálogo, eran los tres primeros. El esfuerzo valió la pena. El primero, de hecho, es uno de los más logrados.
El film tiene tres inicios que señalan momentos distintos de la narración. La primera imagen es la del lago que se está congelando. En su orilla, el Testigo Silencioso (arropado como ¿un vagabundo? ¿un pastor?) mira al espectador y se seca una lágrima. Quedara allí todo el film como un vigilante (o un ángel custodio). El segundo inicio es el de la tía que caminado por la calle ve en una televisión a su sobrino filmado en la escuela. Y también llora. El tercer comienzo es el de la narración principal y se inserta en el medio de los otros dos.
Krzysztof y Pawel (Padre e hijo) viven en uno de los departamentos de Stowki. Se muestran compañeros y alegres. Se ejercitan juntos, juegan juntos. Pawel es un niño abierto, que se comunica con sus compañeros, que se admira de la naturaleza, inteligente y curioso. Krzysztof es profesor (de filosofía? de lingüistica?) en la universidad. Uno y otro tienen pasión por la ciencia y el progreso científico (Ilustrado con el beso que Pawel le da al cerebro del padre después de haber resuelto unos cálculos). Confían a una computadora la solución de todo problema posible de la vida. En la Universidad, el padre exalta las posibilidades de la ciencia como un cientificista del 1800. 
Pawel una mañana sale a comprar leche (la leche es otro elemento fundamental en el Decálogo, especialmente relevante en VI). Al volver parece entristecido. Ha visto a un perro vagabundo, que siempre estaba triste y tenía hambre, muerto y le pregunta al padre el porqué de la muerte y se pregunta si ahora no estará en un lugar mejor. El diálogo es magistral. El padre explica la mecánica de la muerte pero no puede explicar el porqué. Con la sinceridad y la brutalidad de un niño Pawel plantea de que sirve la ciencia si no puede explicar la muerte. "Y el alma" pregunta Pawel. "No existe el alma" responde el padre.
El tercer personaje, preanunciado antes porque este si cree en el alma, es el de la hermana de Krzysztof, Irina (Este es un esquema que se repite en el decálogo. Tres personajes principales más uno ausente. En este caso, el ausente es la madre de Pawel). Así como Krzysztof cree en la ciencia, Irina cree en Dios (bueno, por supuesto, no exactamente de la misma manera). Se presenta como las respuestas que el padre de Pawel no puede dar e incluso más complicadas. No lo hace a partir de la lógica, sino con su propia vida. Ella si sabe para que se vive y en una escena muy delicada, con un abrazo, le muestra la presencia de Dios. El momento se corona con las campanas de fondo de una Iglesia.
Esa misma noche después de que Irina le comunica a Krzysztof que ha inscripto a Pawel en catequesis,  algo a lo que el padre no se opone, la computadora se enciende sola y escribe: "I'm ready". 
Es Navidad, y Krzysztof le regala a su hijo uno patines de nieve. Los va a probar sobre el lago congelado, pero primero deben medir si este va a soportar el peso. Meticulosamente ingresan los datos, y la computadora responde. Soporta más de 200 Kg. El padre vuelve a probar para asegurarse que no ha fallado, y a la noche sale a examinarlo in situ. En la oscuridad se encuentra con el Testigo Silencioso que se calienta con una fogata. Y retrocede. Al volver pasa por una Iglesia en construcción y ve a la gente esperando en la puerta.
Al otro día, el frasco de tinta del escritorio de Krzysztof se rompe manchando todos sus cálculos. Es un hecho inesperado. También la inquietante presencia de una niña que pregunta por Pawel diciendo que lo busca la mamá. En la calle se escuchan sirenas. La madre de un compañero de Pawel le dice a Krzysztof que no encuentra a su hijo y que se rompió el hielo del lago. El padre contesta que eso es imposible y que el mismo la ha comprobado. A partir de ese momento, durante 15 minutos el padre deambula sin querer ir al lago. La imagen es muy lograda. Krzysztof pasea en la oscuridad y se aleja de la luz. Parece no querer aceptar que sus cálculos han fallado. Finalmente se acerca al lago donde una multitud espera el rescate. Del agua congelada salen dos cuerpos sin vida. Falta Pawel. También falta el Testigo Silencioso. El director nos lo recuerda cuando el padre mira la fogata apagada. 
En su casa Krzyzstof, mientras llora, sigue en la oscuridad, hasta que es iluminado por la luz de la computadora. En la pantalla aparece: "I'm ready".
Krzysztof va hasta la Iglesia en construcción que sirvió de fondo a todo el capítulo. Kieslowski cambió aquí lo que tenía planeado. Se imaginó una iglesia llena, en una noche de Navidad, donde el padre se iba a confesar. En lugar de eso, la escena final ve al padre entrar en esta Iglesia vacía. Cerca del altar esta la imagen de la Virgen de Czestochowa, que en Navidad pasea por las parroquias polacas. Krzysztof tira abajo el precario altar haciendo que la cera de una vela dibuje una lágrima en el rostro del Virgen. Kieslowski comenta este acto de rebelión diciendo "En la rebelión terminamos por reconocer que alguno existe, aunque si no creíamos que existiera. La rebelión es una manifestación de la fe que en palabras es negada. Es claro que Krszysztof esta en rebelión a Dios". 
El padre llora.  De algo que parece ser una pila bautismal saca un trozo de hielo y se dibuja en la frente algo que parece ser una cruz.

miércoles, 9 de abril de 2014

El Testigo Silencioso

En la entrada anterior hablamos del hecho de que en el Decálogo todas las historias intentan contar una historia. La unidad es manifestada de diferentes maneras, pero sin ninguna duda la más interesante es la del llamado "Testigo silencioso". 
El personaje, interpretado por el actor Artur Barcis, abre el Decálogo rompiendo con su mirada intensa la llamada cuarta pared y metiendo al espectador dentro del relato. El testigo aparece directamente en 8 de los capítulos (1 al 6, 8 y 9). En el octavo aparece solo indirectamente, y en el décimo no aparece. 
Diversos críticos han hecho notar la cualidad enigmática del personaje y de sus apariciones. El Testigo, en palabras de Emanuela Imperato, es una figura siempre igual y siempre distinta. Alto, flaco, pálido, rubio, él entra y sale de la escena lentamente, deliberadamente, en silencio, sin pronunciar una palabra. Pareciera moverse libremente, sin límites de espacio y de tiempo. En I es un pastor o un "sin techo", en II es un médico, en III conduce un tren, en IV es un piragüista, etc. En algunos films su presencia es notada por los demás personajes, en otros se mueve sin ser visto, como si su naturaleza trascendiera el cuerpo. 
Lo que más llama la atención de su aspecto es el rostro diáfano, la intensidad y la solemnidad de su expresión y su mirada aguda e impenetrable. Para algunos, sin duda el Testigo refleja una sustancia más espiritual que material. 
Kieslowski, con su típica ironía, una vez dijo "Esta este tipo que pasea en todos los films. No se quién es. Será uno que llega y mira". Dicho por un director que meticulosamente calcula todos los detalles, la afirmación no es del todo creíble. Otra vez, hablando más seriamente dijo "El no tiene ninguna influencia sobre la acción, pero guía a los personajes a reflexionar sobre aquello que están haciendo. Su mirada intensa los induce a cuestionar sus acciones".
El mismo Artur Barcis considera a su personaje como "Cristo que podría aparecer en cualquier momento", algo en lo que concuerdan entre otros el filósofo esloveno Slavoj Zizek. el crítico de arte Vincent Amiel o el jesuita Lloyd Baugh. 
Siguiendo esta interpretación se podría ver en el Testigo Silencioso elementos esenciales de la divina Providencia, mostrando como Dios se mueve en modo salvífico en la vida de los hombres, por un lado respetando absolutamente la libertad humana y por el otro soportando él mismo el peso de las decisiones, algo que se refleja en la canoa que levanta en IV, las valijas de VI, o la bicicleta de IX. 
Su presencia (como la Gracia) no implica el final del esfuerzo humano necesario para el bien actuar y la salvación. Si tratamos de imaginarnos que sucederá a los personajes después de la "visita" del Testigo, nos damos cuenta que solo es el comienzo de un camino, pero sabiendo que como dice el salmista: 

porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa, 
porque el te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos. 

domingo, 6 de abril de 2014

El Decálogo de Kieslowski

Krzysztof Kieslowski era un ilustre desconocido fuera de Polonia hasta 1988 cuando recibió el Premio del Festival de Cannes por "No mataras" (o "Breve film sobre el asesinato", tal sería su traducción desde el polaco).
Había nacido en Varsovia el 27 de junio de 1941. En 1957 es aceptado en la escuela cinematográfica de Lodz. Desde 1966 realiza, por el período de más de 10 años unos 30 documentales. Para él será una experiencia importante. Decía el director "A mi me parece que el documental es una forma de arte superior al film de ficción. Pienso que la vida es más inteligente y crea situaciones más interesantes de aquellas que puedo inventar yo solo".
Hacía la mitad de los años 70 tiene que dejar los documentales (el más famoso retrataba la situación de la salud pública en Polonia durante el comunismo), al sentir en forma cada vez más fuerte la presión de la censura. Realiza entonces varios films de ficción, no exentos de crítica, de los cuales el más importante es "El azar", una interesante y original historia que muestra los caprichos de la casualidad (y no solo) en las tres variantes de la vida de un jóven.
Hasta que llega el Decálogo. Varias veces preguntaron a Kieslowski sobre el origen de esta obra. El director siempre dijo que ni él, ni Krzysztof Piesiewicz, el co-guionista, eran católicos practicantes, "pero eso no significa que no tengan nada que ver con Dios".
En 1982 Piesiewicz, viendo un antigua pintura gótica en el Museo de Varsovia que representaba los diez mandamientos, tuvo la idea de realizar 10 films inspirados cada uno en el Decálogo.
La idea fue llevada a la televisión polaca que en medio de la grave crisis final del comunismo la rechazo, ofreciendo, en cambio, el dinero para dos películas de 90 minutos. Con ese dinero Kieslowski filmó las versiones para cine de Decálogo 5 (No matarás) y Decálogo 6 (Una película de amor). El éxito que el primero de los films tuvo en Cannes permitió al director polaco financiar toda la obra.
La idea que tenían Kieslowski y Piesiewicz era la de tomar los mandamientos en el doble perfil de ley moral-espiritual y a su vez reflejo de la verdad última del hombre. Decía Kieslowski, "La vida es mucho más complicada de cuanto nos quieren hacer creer los curas: ninguno pone en discusión estas reglas, pero estoy convencido, que a veces es necesario transgredirlas, y de todas formas, esto ocurre todos los días". El Decálogo de Kieslowski no es y no quiere ser una catequesis o una lección moral, sino ilustraciones del sentido de la ley o demostraciones de su validez.
Las diez historias son capítulos de una misma historia. Siendo todas heterogéneas, mantienen una unidad por la duración de cada capítulo, el lugar en el que los hechos transcurren (el gris monoblock de  Stowki en Varsovia), el tiempo histórico (últimos años del régimen comunista), el estilo narrativo, los personajes (el personaje principal de un capítulo se transforma en secundario de otro o el llamado "testigo silencioso" del que hablaremos a parte), etc.
La realidad del hombre revive en el cine de Kieslowski, mezclando la crónica con otras dimensiones. "Filmo la metafísica" afirma el autor. No es solo la valencia simbólica de la imagen o el potencial que tiene para hacer volar la imaginación. Se trata de "otra cosa, de una realidad que no se puede entender, que no se puede sistematizar en un orden lógico, de la cual en sustancia no resulta nada, pero que constituye una experiencia exaltante. Es verdaderamente bello. ¿Son signos del más allá? No lo sé, pero se que existen en la vida de todos los días y yo trato de filmarlos".