lunes, 25 de noviembre de 2013

Dies irae

Durante la 34° semana del tiempo ordinario y el inicio del Adviento para los días de feria, la Iglesia invita a rezar el Dies Irae, himno del siglo XIII que formaba parte de la Misa de Requiem y que desapareció en la edición de 1970 del Misal Romano.



Texto original en latín
Dies iræ, dies illa,
Solvet sæclum in favilla,
Teste David cum Sibylla !
Quantus tremor est futurus,
quando iudex est venturus,
cuncta stricte discussurus !
Tuba mirum spargens sonum
per sepulcra regionum,
coget omnes ante thronum.
Mors stupebit et Natura,
cum resurget creatura,
iudicanti responsura.
Liber scriptus proferetur,
in quo totum continetur,
unde Mundus iudicetur.
Iudex ergo cum sedebit,
quidquid latet apparebit,
nihil inultum remanebit.
Quid sum miser tunc dicturus ?
Quem patronum rogaturus,
cum vix iustus sit securus ?
Rex tremendæ maiestatis,
qui salvandos salvas gratis,
salva me, fons pietatis.
Recordare, Iesu pie,
quod sum causa tuæ viæ ;
ne me perdas illa die.
Quærens me, sedisti lassus,
redemisti crucem passus,
tantus labor non sit cassus.
Iuste Iudex ultionis,
donum fac remissionis
ante diem rationis.
Ingemisco, tamquam reus,
culpa rubet vultus meus,
supplicanti parce Deus.
Qui Mariam absolvisti,
et latronem exaudisti,
mihi quoque spem dedisti.
Preces meæ non sunt dignæ,
sed tu bonus fac benigne,
ne perenni cremer igne.
Inter oves locum præsta,
et ab hædis me sequestra,
statuens in parte dextra.
Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictis.
Oro supplex et acclinis,
cor contritum quasi cinis,
gere curam mei finis.
Lacrimosa dies illa,
qua resurget ex favilla
iudicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus.
Pie Iesu Domine,
dona eis requiem. Amen.
Traducción
Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.
¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!
La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos ante el trono.
La muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para que responda ante su juez.
Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.
Así, cuando el juez se siente
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.
¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando apenas el justo esté seguro?
Rey de tremenda majestad
tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar,
sálvame, fuente de piedad.
Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.
Buscándome, te sentaste agotado
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.
Justo juez de venganza
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.
Grito, como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, Señor, a este suplicante.
Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.
Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.
Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.
Confundidos los malditos
arrojados a las llamas voraces
hazme llamar entre los benditos.
Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.
Día de lágrimas será aquel renombrado día
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ese, pues, perdónalo, oh Dios.
Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén

jueves, 21 de noviembre de 2013

Sobre la exégesis alegórica

Una interesante reflexión de Manlio Simonetti, uno de los principales estudiosos de la literatura cristiana antigua, sobre la exégesis patrística. Mas allá de las diferencias que pueda haber con Simonetti, creo que vale la pena escucharlo.

"Yo me inicié en el campo de la exégesis patrística con los trabajos de Antonio Orbe, Henri de Lubac y Jean Daniélou, grandes eruditos de fines del siglo XX, que reivindican el valor teológico de la exégesis
patrística y ofrecieron profundas intuiciones que ha fructificado en la renovación teológica contem
poránea. A pesar de todo, encontré todavía en Danielou y de Lubac un residuo de carácter apologético, un fondo de prevensión ideológica o un prejuicio racionalista, que les llevaba a oponer exégesis tipológica (Isaac, tipo de Cristo; el arca, de la Iglesia) a exégesis alegórica, aceptando aquella como un método horizontal, que lleva de historia a historia, mientras rechazan la alegórica, como si la alegoría fuera un juego de fantasía.
Sin embargo, esta prevención no tiene razón de ser si se considera la tipología como lo que es, una clase de alegoría. Bien entendida toda la exégesis alegórica tiene un profundo significado histórico. Tanto es así, que debemos a la interpretación alegórica la aceptación misma de la Biblia judía en la Biblia cristiana. Me refiero al siglo II, en el que se dio la lucha decisiva para toda la teología posterior entre los gnósticos, que rechazaban todo el Antiguo Testamento, y que no eran grupos tan minoritarios como hoy queremos creer, y los maestros de la fe cristiana, que deberían elaborar una respuesta a los problemas planteados por esa actitud. ¿Como hacer aceptable a los etno-cristianos, los provenientes de la gentilidad, unas escrituras que rechazaban culturalmente o desconocían, si no había modo de hacerlas compatibles con la novedad de la predicación cristiana? Pensemos en un Ignacio de Antioquía, que ignoró casi completamente el Antiguo Testamento, que prácticamente no cita y parece dejarle indiferente. 
Fue precisamente la interpretación alegórica la que salvó el antagonismo entre la primera y la definitiva Alianza, la que colmó el abismo entre el viejo y el nuevo Testamento. Con la alegoría, la Ley y los profetas dan testimonio de Jesucristo, al llenar de plenitud neotestamentaria lo que en el Antiguo Testamento se presenta como anuncio, imagen o inicio.
¿Como descubrir a Cristo en el Antiguo Testamento? Ciertamente hay elementos claros de sentido literal, como hace Mt 1, 22-23, considerando la concepción virginal de Cristo como el cumplimiento de Is 7,14, pero estos pasajes que pueden ser aplicados en sentido histórico son escasos y a veces discutibles. Son en cambio innumerables las explicaciones alegóricas y las aplicaciones tipológicas de las figuras y expresiones veterotestamentarias a la figura y la doctrina de Jesucristo. Orígenes hizo aceptable a los cristianos de cultura griega el Antiguo Testamento, con una exégesis no subjetiva, sino espiritual, basada en un sujeto de destino, es decir en la mejor tradición cristiana, y con una apertura y riqueza de diversos sentidos no excluyentes. Sin tal exégesis creativa, la Escritura judía habría acabado, lo mismo que la circuncisión, como un componente judío abandonado por la Iglesia o una premisa histórica superada completamente por la novedad cristiana. Basta con leer los tratados In Ioannem de Orígenes o san Agustín para valorar el inmenso caudal, que desborda el cauce del sentido literal, y que ha sido decisivo en la transmisión y configuración de la doctrina cristiana. 
Y es precisamente este método el que ahora es apreciado por los estudiosos semántico y por la filosofía hermenéutica, al demostrar cuánto del significado de un texto depende del sujeto que lo recibe y cómo tal significado se forma en la relación intersubjetiva.
Ante la Sagrada Escritura, la perspectiva de un teólogo racionalista es antagónica a la de un Padre de la Iglesia. "Me pongo ante el texto bíblico como ante un texto de Homero o Virgilio", dirá Rudolf Bultmann. Para Orígenes, esto hubiera sido un escándalo, ya que la Sagrada Escritura es un texto absolutamente excepcional y único: es la palabra de Dios. El exégeta alejandrino se pone ante el texto santo como ante un manantial inextinguible de verdad, con una multitud ilimitada de significados que no tienen por qué ser exclusivos ni excluyentes. Por ejemplo, en la primera de las homilías In Exodum comenta Orígenes cómo se asemeja la Escritura a un árbol fecundo plantado en medio del huerto, del cual el agricultor puede sacar tantos frutos cuantos sean sus cuidados y atenciones. Lo mismo se puede constatar en el De doctrina cristiana  de San Agustín, siglo y medio más tarde.
La filosofía hermenéutica y la semántica estan descubriendo ahora que el texto está abierto, según la actitud del sujeto. He aquí la modernidad de los Padres".