sábado, 30 de julio de 2011

Sobre la conveniencia de algunas celebraciones



Este miércoles no pude ir a misa. Diariamente voy a una Iglesia cercana a mi casa. Tiene varias ventajas. Una no poco importante es que el párroco no desconcentra las meditaciones (y/o contemplaciones) de los feligreses con un sermón. Los miércoles en cambio debo cambiar el lugar de culto y hacer 2 Km. Es que el párroco de mi Iglesia diaria no celebra nunca los miércoles. Es que no solo cree en Cristo. También cree en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional y en las leyes sociales que hablan del descanso semanal.
Pero esta vez tampoco hubo celebraciones en la "Iglesia de los miércoles". Al parecer no estaban ni el párroco ni el vicepárroco. Ni lenta ni perezosa una ministra de la Eucaristía se hizo cargo de la situación. 
Mientras me alejaba del lugar a paso presuroso mi vinieron algunas preguntas a la mente. 
- ¿Es conveniente que este tipo de celebraciones? ¿No sería más apropiado celebrar las vísperas? Recordemos que ni siquiera los sacerdotes tiene la obligación de celebrar diariamente, pero si tienen la obligación de rezar el oficio divino. El rezo del oficio por parte de los laicos es una de las recomendaciones del Concilio Vaticano II que menos se aplica en nuestro país.
- ¿Es apropiado que la celebración la presida una mujer, siendo que estas no pueden ser ni acólitos, ni lectores instituidos? El último sínodo de obispos propuso al Papa abrir la institución del lectorado a las mujeres. Sin embargo, en el documento final, Benedicto XVI no se hizo eco de la propuesta. No termino de entender porque si no pueden ser lectoras si pueden ser ministros de la Eucaristía, lo cual, en teoria es una función más importante.
- ¿Es apropiado el uso de una vestimenta distintiva? ¿O no hace aumentar la confusión? Al parecer no pueden usar el alba, pero...
- ¿Es apropiado el uso del altar principal? Al parecer la Congregación para la doctrina de la Fe lo ha prohibido. Claro que a veces las informaciones tardan en llegar.
Escucho otras propuestas.
  

miércoles, 27 de julio de 2011

La pobreza en la Regla de San Benito



Desde tiempo antiguo se ha visto la relación que existe entre los consejos evangélicos y la vida monástica. El cardenal Gasquet lo ha hecho notar diciendo que esta no es otra cosa que «la vida cristiana de los consejos evangélicos, concebida en toda su simplicidad y perfección». Louis Bouyer escribe que «La vocación del monje no es otra cosa que la vocación del cristiano». 
Los consejos evangélicos no son algo distinto de la vida cristiana misma, sino una vocación, esto es, un llamado de Dios a renunciar a ciertos bienes legítimos, para seguirlo más de cerca con el fin de facilitar el camino a la santidad. Esta renuncia se impone por razones intrínsecas, ya que los consejos evangélicos obligan a vivir en estado de total consagración a Dios para dedicarse a las cosas de su directo e inmediato servicio.
Ciertamente los consejos no se encuentran en la Regla como son conocidos hoy. Su sistematización fue bastante posterior. Sin embargo, ya Casiano hablaba de las tres renuncias que conducen a la verdadera perfección. En la Regla benedictina existe la triple promesa, llamados impropiamente tres votos monásticos. Estabilidad, conversión de costumbres y obediencia, paralelos a los de pobreza, castidad y obediencia que se hacen en las otras familias religiosas.
San Benito da una importancia radical al tema de la pobreza. De hecho, empieza el capítulo 33 de la Regla, donde se pregunta si los monjes deben tener algo en común, diciendo «hay un vicio que por encima de todo hay que arrancar de raíz del monasterio».
La condena de la propiedad privada es uno de los temas mas comunes en las reglas cenobíticas y en los tratados de espiritualidad monástica. No solo San Benito no fue indulgente en esta materia. También lo fueron San Pacomio, San Basilio, San Agustín, Casiano o San Jerónimo, es decir, los grandes padres de la vida monástica. El razonamiento es más que lógico. Si los monjes no son dueños de su propia voluntad, mucho menos los pueden ser de bienes materiales. San Benito habla de la posible pobreza del monasterio, pero no afirma en ninguna parte que el monje es un pobre. Va mas allá, el monje es un servus, es decir, un esclavo. Es por eso que nada puede quedar fuera del control del abad. Dar, recibir o usar cualquier cosa por pequeña que sea sin el mandato o permiso del abad es contrario a la renuncia de los bienes que el monje ofreció a Dios en su profesión. El desasimiento total que en la Regla se exige, más que apuntar a la comunidad de bienes, se refiere a la renuncia de la propia voluntad y a la obediencia al abad. La pobreza es mas entendida como un ejercicio individual, que como un fin en si mismo de la comunidad monástica. Tiene en cuenta más lo que pierde la vida espiritual del monje que tiene algo en propiedad, que el daño que esta puede causar en el espíritu fraterno y comunitario. 
Sin embargo, hay que alejar de San Benito, la idea de un ideal en el cual todos tengan las mismas cosas. El abad, que en la Regla es quien lleva una vida irreprochable y por su sabiduria puede ejercer como padre, pastor y maestro, es el que debe distribuir con sapiencia los bienes entre los monjes. San Benito se coloca del lado de los débiles y quiere que se atienda, ante todo, a las necesidades de los menos dotados. Esto es, el que necesite menos, de gracias a Dios y no se entristezca y el que necesita más, humíllese, pero nadie tiene que caer en la tentación de compararse a los demas y juzgarlos por su propia necesidad. De esta forma San Benito quería no solo afrontar la virtud de la pobreza, sino también condenar el pecado de la envidia y la murmuración. Ante estos males solo cabe oponer la virtud de la caridad.
También aquí San Benito es muy preciso a la hora de regular este aspecto de la vida en común. Da normas generales y claras. Exige pobreza y sobriedad en la indumentaria, se preocupa por la higiene y el decoro, y les pide que no se preocupen por la calidad ni el color de la ropa. Pero por sobre todo, cuando San Benito se refiere a la pobreza, resuena la definición de la justicia. No se debe dar a todos lo mismo sino a cada uno lo suyo, es decir lo que realmente necesita. 

lunes, 25 de julio de 2011

Fiesta de Santiago Apóstol

Para la fiesta de Santiago, música del camino. La cantiga "Non é gran cousa". Vale la pena leer el relato. Gracias sh4m69



Os contaré, si me escuchais, la historia de un juicio que hizo Santa María en el caso de un peregrino de Santiago. Este romero iba de buena voluntad a Santiago de Compostela; pero, antes de emprender su viaje, cometió un pecado: tuvo relaciones con una mujer sin haberse casado con ella. Después, el mezquino, sin confesarse, se lanzó al Camino. En seguida el demonio se le apareció, tomando la forma del apóstol Santiago con la intención de engañarlo. El demonio le declaró, «Peregrino, estoy despagado de ti. Has pecado. Yo te ofrezco la salvación; te ofrezco una manera de evitar el lago de fuego del infierno, donde ciertamente sin mi ayuda caerás. Pero antes, harás lo que te digo: elimina el agente de tu mal; has de cortarte el miembro que te hizo pecar.»

El peregrino, que sin duda pensaba que era Santiago aquel que le ordenaba esto, cumplió con todo lo que mandaba: convencido de que obraba bien, se cortó el miembro masculino. Muy pronto cayó muerto en el camino.

Sus compañeros, cuando lo encontraron frío y sin vida, huyeron para que no se les acusara de la muerte. Luego vinieron los demonios para llevarse, sin tardar, el alma del muerto. Estando en esto, tuvieron que pasar ante una muy hermosa capilla de San Pedro. De allí salió Santiago de Compostela diciendo: «Ay, falsos, no podeis llevaros el alma de mi peregrino. Lo engañasteis con mi semblanza. Gran traición hicisteis. Y, como falsamente ganasteis esta alma, muy poco tiempo la tendréis si Dios me ayuda.» Los malos diablos respondieron: «Hablas en vano Santiago. Estamos seguros de que esta alma no puede venir ante Dios, pues con sus propias manos se ha matado.» Santiago declaró, «Hagamos esto: Como no nos podemos poner de acuerdo vosotros y yo, apelemos, sin más demora, a un juez intachable, a la sin par Virgen María.»

Cuando se vieron ante Santa María, cada parte expuso su argumento y demandó su derecho. El juicio de la Juez era éste: que fuesen los diablos a volver el alma al cuerpo donde la habían encontrado para que después el peregrino se pudiera salvar.

Este juicio luego fue cumplido y el peregrino muerto fue resucitado, por lo cual daba gracias a Dios. Pero nunca le fue restituido aquello que se había cortado; así que nunca tuvo ni la capacidad ni la tentación de repetir su pecado.

jueves, 21 de julio de 2011

La verdadera libertad religiosa... y la falsa




Un artículo del gran periodista español Eulogio López. (www.hispanidad.com)

Ya echaba yo de menos al ínclito Manuel Jiménez de Parga, ex presidente del Tribunal Constitucional, que no se qué tendrá ese cargo, que imprime carácter en sus tenedores, o más bien sostenedores.
Don Manuel ha publicado un artículo en el diario El Mundo, titulado “Sobre la verdadera libertad religiosa” lo que ya da pistas, porque nos indica que hay otras libertades religiosas, al parecer poco verdaderas.
Resulta que don Manuel se nos fue a Buenos Aires, invitado por la Universidad Católica de Argentina, que, como dicen los porteños boludos, nunca fue Argentina, dejó de ser católica y está abandonando su condición universitaria. Pero no hagan caso de los porteños: tienen mala fama en el conjunto de los argentinos, por algo será.
Don Manuel asegura que en Argentina hay un 30% de pobres. Y claro está, esto le lleva al problema de los señoritos-curas, culpables fehacientes del asunto, que no se preocupan de la población. Es decir, que la culpa de un país cuya economía crece por encima del 6% pero donde se agudizan las diferencias sociales la tienen, por supuesto, los curas. Y en eso consiste -no me pidan la hilazón, pregúntenle a Jiménez de Parga- de la pobreza argentina.
Como todas las comparaciones son odiosas, Jiménez de Parga expone el remedio para conseguir la libertad religiosa -la verdadera, no la falsa: los “admirables curas obreros” españoles. ¡Por fin hemos dado con la clave para terminar con la miseria: los curas-obreros! La verdad, pedir que los curas se conviertan en obreros es como pedir que los obreros se conviertan en curas: algo nefasto. ¿Y qué tienen que ver los curas obreros con la libertad religiosa? No sé si habla de la libertad religiosa o de las libertades de los curas. “Admirables curas obreros”: mire usted, en nuestra España democrática hicieron mucho más por la justicia social los políticos de la Transición que instauraron el salario mínimo que los curas metidos a obreros, los obreros y peores curas. Se lo dice el abajo firmante, hijo de un obrero y nacido en barrio bajo (aunque muy ilustre, nada menos que en Ventanielles, de la señera ciudad de Oviedo, nada menos).
Pero por esta vía se llega a la más grandiosa conclusión de nuestro nunca bien loado jurista. Asegura Jiménez de Parga, en dura crítica a la UCA anfitriona, que durante su estancia “había considerado la libertad religiosa pero entendida la religión como simple liturgia”.
Muy cierto: sería horrible considerar la religión como simple liturgia pero sería algo tonto considerar la libertad religiosa como otra cosa que la defensa de la libertad litúrgica, esto, la libertad de culto que de eso hablamos cuando hablamos de libertad religiosa.
El eminente jurista no parece reparar en que nadie, ni el peor de los autócratas, ni la más feroz de las tiranías, pueden impedir creer en Cristo, esperar en Cristo y amar a Cristo, pero la conciencia no ve, la mente y el corazón, tampoco. Lo que sí pueden impedirme es expresar esa fe, esa esperanza y esa caridad en público. No pueden impedirme creer pero sí asistir a misa, expresarme en católico, etc.
Así no es de extrañar que don Manuel se empeñe en transitar por otro de los lugares comunes del Nuevo Orden Mundial que, lo diré mil veces al día sí es necesario, no pretende destruir a la Iglesia sino conquistarla: “el cristianismo, en cuanto religión que proclama el amor fraterno fue un tema marginal en una universidad que se autodenomina pontificia y católica”.
Pues mire no. La fraternidad cristiana no es más que la consecuencia de que el hombre es hijo de Dios, por tanto, hermano de sus hermanos los hombres. Más que nada porque no hay fraternidad sin paternidad.
Por cierto, les aseguró que el ex presidente del Tribunal Constitucional no es ningún rojo, ni ningún separatista. Es justo lo contrario: derecha pagana que no renuncia a presentarse como cristiana y derecha centralista hasta la médula.
Eulogio López

martes, 19 de julio de 2011

La oración en la Regla de San Benito



(Continuación)
Desde el mismo prólogo la regla benedictina hace referencia a la oración como un ejercicio necesario para aquel que quiere cumplir la voluntad divina y llevar a término la obra que Dios ha empezado en él. El texto habla de instantissima oratione. El calificativo de "intensísima", atributo común en la lengua de la Iglesia, hace referencia tanto al grado como al tiempo. San Benito pide para aquel que quiera seguir el camino de perfección por él trazado, una oración fervorosa y perseverante. Esta, supera las fuerzas de la naturaleza y hace necesaria la ayuda de la gracia. Con la obediencia, la gracia es el presupuesto imprescindible para avanzar por el camino que conduce a Dios. De esta manera, el autor expresa la conjunción de la gracia y la ascésis, de la gracia divina y de la libertad humana, de ser fiel o infiel a la misma. Esta oración es uno de los "instrumentos de las buenas obras" (Quae sunt instrumenta bonorum operum), título del cuarto capítulo de la Regla, verdadero catálogo de máximas morales que el autor desarrolla posteriormente en forma muy diversa.  
La importancia que San Benito da a la oración se ve reflejada al ocupar una séptima parte de la Regla a organizar la "obra de Dios", es decir, el Oficio Divino. En un principio esta hacía referencia a toda la vida espiritual del monje. Luego su significado se fue limitando hasta denotar tan solo la vida de oración organizada en torno a la lectura de la Biblia, la salmodia y la plegaria silenciosa. Los capítulos dedicados al Oficio empiezan bruscamente después de los aquellos referidos a la doctrina ascética. Sin entrar en los muchos detalles con los que San Benito organiza el oficio, diremos que hay tres principios: 1) el rezar el salterio íntegro una vez a la semana (si así no lo hacen "mostraran una gran dejadez en el servicio a que están dedicados") 2) haciendo una ingeniosa exégesis del Salmo 118 argumenta que todos los días deben celebrarse siete oficios ademas de las vigilias 3) la recitación de doce salmos en las vigilias nocturnas, antigua tradíción monástica trasmitida a Occidente por Casiano en sus Instituciones. Lejos de ser una oración simplemente vocal o litúrgica, hay que resaltar la técnica muy meditativa de estos oficios comunes y el hecho de que después de cada salmo se tenía un rato de oración silenciosa.  Muchas veces los salmos en vez de ser una plegaria en sí, ofrecia materia para la oración silenciosa que le seguía. Así, salmodia y oración silenciosa son dos aspectos de un mismo movimiento del alma hacia Dios. Pero además, para todo el monacato primitivo, toda la vida del monje, sin exclusión, era "obra de Dios".  Toda la ascésis del monje, toda su vida moral entera, es concebida estrechamente ligada a su oración. 
El capítulo diecinueve de la Regla enseña la actitud interior que tiene que tener quien reza. La primera recomendación hace referencia al temor. Este es entendido como una actitud de reverencia única, en grado sumo, debida solamente a Dios.  La segunda es la de la sabiduria. La tercera es que nuestro pensamiento concuerde con nuestra boca. 
Una muestra de que para San Benito, la oración litúrgica y la oración personal eran dos aspectos de una misma realidad, lo manifiesta el capítulo veinte donde indistintamente parece hacer recomendaciones tanto para una como para otra. Es de subrayar lo importante. La súplica debe ser humilde y con el más puro abandono. Breve y pura, y sin embargo, no debe estar cerrada a las mociones del Espíritu ya que el autor deja abierta la posibilidad de que se alargue por "una especial efusión que nos inspire la gracia divina" (20,5). 
Como bien señala G.Colombás, la referencia a la "oración pura" seguramente fue tomado por San Benito de la escuela espiritual de Casiano y Evagrio Póntico. En ese caso "oración pura" es un término más bien técnico, que se identifica con la "contemplación de Dios y por una caridad ardiente como fuego" y con lo que en la escuela carmelitana se llamara "contemplación mística". 
Cierto, no hay en la Regla nada parecido a un método o técnica de oración. A pesar de la falta total de referencias explícitas a la Biblia, estas instrucciones de San Benito reflejan la doctrina de Jesús, cuando habla de la oración del fariseo y del públicano o cuando dice que para orar debemos entrar en nuestra habitación y hablar al Padre o cuando enseña a los discipulos el Padrenuestro, etc.
Junto a la oración litúrgica y personal había otras dos actividades propias del monacato y que son contempladas en la Regla. La "lectio divina" y la "meditatio".  La lectio es citada por San Benito como ocupación entre oficio y oficio a fin de evitar la ociosidad (48,1). En sentido propio era la lectura de la Escritura, pero también abarcaba la lectura de los Padres de la Iglesia y de los maestros espirituales. En teoría, la lectio era una lectura apacible, reposada, rumiada, saboreada. Se trataba de buscar un contacto vivo con la Palabra de Dios y de gozar de ese contacto. 
La lectio tenía en la meditatio un sustitutivo para uso de los monjes analfabetos y un complemento para los que sabian leer. No se debiera establecer una relación directa entre la meditatio antigua y la meditación actual. La palabra meditatio viene del griego meletán, que usado por escritores espirituales indica una práctica eminentemente monástica que tuvo una especie de preludio en las escuelas filosóficas griegas.  Para el monacato antiguo, consistía sobre todo en repetir oralmente textos bíblicos aprendidos de memoria o el hecho de aprenderlos a base de repetirlos. Tampoco aquí debemos hacer un rápido paralelo con nuestra experiencia actual. Para los antiguos era un ejercicio en el que intervenia todo el hombre, el cuerpo al repetir el texto, la memoria al retenerlo, la inteligencia que trataba de penetrar en su significado, la voluntad que se proponía llevar a la práctica lo aprendido. 
La meditatio se convirtió en un elemento destacado de la vida monástico, recomendado por grandes padre del monacato como Casiano. Los monjes pacomianos, por ejemplo, la realizaban al ir al trabajo y mientras trabajaban. Fue esta, la forma de oración mas generalizada en el monacato antiguo, y no sólo seguía en vigor en tiempo de San Benito, sino que se mantuvo con gran relevancia durante la Edad Media. 
Ahora bien, mas allá de estas determinaciones precisas y de la práctica cultural, la Regla refleja la práctica habitual de la oración que debe impregnar toda la jornada y todos los ambitos de la vida del monje. Asi San Benito insistirá en la necesidad de orar por aquellos que deben empezar el trabajo semanal en la cocina, con los huéspedes que son alojados en el monasterio, por aquellos que piden su admisión en la comunidad, los que deben iniciar un viaje, etc. En realidad no hay un solo aspecto de la vida humana que no deba ser impregnado por la oración. Este es el modo de cumplir la exhortación del Apóstol de orar incesantemente. 
(Continuará)



domingo, 17 de julio de 2011

Dum Pater Familias



Hace algunos dias nos enteramos del robo del Codex Calixtinus, importante manuscrito del siglo XII. Entre otras cosas es la fuente imprescindible para conocer la música del camino de Santiago, en la cual se interesaron muchos artistas en los últimos años. Dejo aquí el enlace del Dum Pater Familias, himno que cantaban los peregrinos y que forma parte del manuscrito. Es interpretado por el Ensemble Organum de Marcel Peres, gran estudioso francés de la música medieval. Como pueden oir, tiene un estilo muy particular.  

lunes, 11 de julio de 2011

La Regla de San Benito.


Es hoy la fiesta de San Benito abad, padre del monacato occidental y patrono de Europa. Es muy importante en la historia de la Iglesia, pero a la vez una figura casi desconocida. La mayor fuente biográfica es la obra de san Gregorio Magno quien, al parecer, conoció algunos discipulos directos del santo. 
Si nuestras obras dicen algo de nosotros, en el caso de San Benito, la otra gran fuente es la Regla. Dirigida a monjes sin demasiada instrucción, su autor la juzga varias veces como «mínima» y en otras como «elemental». A su juicio, quedaba lejos la edad de oro del monacato. Sin embargo, acudió a aquella antigua tradición para cimentar su pensamiento en el de los antiguos padres.
La Regla no contiene grandes teorías. Es esencialmente práctica incluso en sus capítulos más espirituales. Se amolda a las circunstancias concretas. Al parecer, tampoco nunca fue pensada su difusión mas allá de sus destinatarios históricos. Hoy sabemos muy bien que la penetración en el mundo monástico procedió con notable lentitud. Esta se dio por motivos azarosos o providenciales. No se impondrá generalmente como regla única hasta San Benito de Aniano. Sus innegables cualidades intrínsicas en primer lugar, pero también la prestigiosa biografía de San Benito, la recomenda-ción expresa de San Gregorio Magno, la influencia de Roma, todo colaboró a este triunfo tardío. 
En su escuela se formaron muchos de los más grandes santos de la cristiandad y a mas de mil años de su composición continua siendo «una de las obras más originales de la literatura patrística y monástica»(1).

(1) G.PENCO, Storia del monachismo in Italia dalle origini alle fine del Medio Evo, 64.
(Continuará)

domingo, 10 de julio de 2011

Música colonial


Hace poco hablábamos sobre el redescubrimiento de la música colonial latinoamericana. Aquí pongo un ejemplo. 




Dixit Dominus a 4 coros de Roque Ceruti (ca.1685-1760). Esta obra pertenece al archivo musical de Sucre (Bolivia), específicamente a las "Vísperas Generales". Ceruti viajó a Lima como parte del séquito del virrey marqués de Castelldosriu en 1707. Llegó para quedarse. Fue maestro de capilla en Trujillo, al norte de Perú, de donde fue llamado para suceder a Tomás de Torrejón y Velasco en el magisterio de capilla de Lima (1728).

Este Dixit Dominus fue copiado y arreglado (de 2 o 3 coros a una ampliación de 4 coros) por el maestro de capilla Eustaquio Franco Rebollo (Revollo) (¿?-1786), donde más tarde se volvió a modificar por el maestro Manuel Mesa y Carrizo. Éste último, modificó las partes de los violines, para las cuales se agregó música para que tocaran en lugar del coro 4.
Dixit Dominus extraído del álbum: Vépres Solennelles de Saint-Jean Baptiste, La Plata.
De la serie: Les Chemins du Baroque, Bolivie.
Interpretan: Ensemble Elyma, Ensemble Louis Berger y el Coro de Niños Cantores de Córdoba.
Dirigidos por: Gabriel Garrido.

martes, 5 de julio de 2011

R.



La respuesta al último comentario del Coronel Kurtz se hizo un poco larga y devino en Carta post. 

Estimado Coronel Kurtz:

    Como siempre le digo, un gusto tenerlo por aquí.
   Yo tampoco estuve nunca en las celebraciones de la Virgen del Milagro de Salta o en las de la Rioja. Lamentablemente conozco muy poco las celebraciones tradicionales de la América colonial. También un amigo me contaba sobre el redescubrimiento de la música de las misiones jesuíticas, donde encontraron a los indígenas que todavía veneraban las antiguas partituras y se trasmitían la interpretación de generación en generación aún sin conocer el latín.
   No voy a ser yo quien quite valor a estas celebraciones (Justamente el domingo después de una triste misa reflexionaba sobre lo milagroso de que con esas celebraciones haya todavía algo de fe), 
   Creo que la liturgia es parte fundamental del problema. Pero es parte. En el post me refería al problema de la tradición en general, que incluye a la liturgia pero no se agota en ella. Porque creo que la tradición incluye una liturgia, pero también una teología, una cosmovisión (para decirlo de alguna manera), una moral, una espiritualidad, una estética, etc. Es cierto que un aspecto refleja en parte todo el problema, pero el problema en su totalidad es más grande que ese aspecto. 
   Me parece que los oasis de tradición que de una u otra forma aparecen en Europa no están unidos a una sola forma sino a la totalidad. Por eso, el acentuar la importancia de una sola manifestación, por más importante que esta sea, está en si mismo destinado a fracasar como estrategia más allá de que pueda ser útil como táctica. 
    La sensación es que en la Argentina esa tradición llegó en forma fragmentaria. Muy fuerte en el aspecto intelectual, sobre todo en lo filosófico o incluso en lo literario (aunque menor de lo que solemos creer...). Débil en lo teológico, en lo espiritual o en lo litúrgico. El resultado fue que cuando la Iglesia Universal se sumergió en la crisis ese desarrollo desparejo generó, a su vez, patologías particulares.
    De todos modos la mía es solo una hipótesis. Me gustaría conocer su opinión.  
    Un abrazo en Cristo. Gelfand.