martes, 15 de abril de 2014

Decálogo II

Toda la transparencia mostrada por Kieslowski en I se transforma en II en ambigüedad, uno de los capítulos del Decálogo más dificil de interpretar. La historia se centra en las vidas hasta cierto punto paralelas de Dorota ("el regalo de los dioses en griego", los nombres en Kieslowski nunca son al azar) y un vecino y médico del cual no sabemos el nombre. Los dos personajes viven en el mismo edificio del barrio de Stowki. 
El médico vive solo (ha perdido toda su familia en un bombardeo durante la guerra), en un modesto departamento (Kieslowski se esmera en mostrarnos las dificultades finales del régimen comunista), afrontando su propia muerte (la imagen de dolor en la bañera) y a la vez tratando de conservar la vida (la del cactus, la de los peces, la del pájaro).
Dorota vive varios pisos más arriba, en un departamento más moderno y más cómodo (pero Kieslowski hace notar que ninguno tiene agua caliente, así que las dificultades eran para todos). Parece estar angustiada y en tensión. Fuma un cigarrillo tras otro mirando por la ventana. Destruye con notable tenacidad todas las hojas de una frondosa planta (y no un cactus) que posee en su casa. No responde al teléfono. No habla con nadie. 
Los primeros veinte minutos los dos personajes juegan al gato y al ratón. Dorota persigue al médico (incluso con el auto!) porque dice tener un problema. Por fin aparece el dilema moral.
Ella ha siempre deseado tener un hijo y ahora por fin esta embarazada, pero de su amante. El marido está gravemente enfermo y es su médico-vecino quien lo atiende. Necesita saber si su marido vivirá o no porque si muere tendrá al niño, pero si este se cura lo abortará.

Dorota exige del médico una respuesta apelando a la rigurosidad científica de la medicina. El anciano médico se niega a dar una respuesta conclusiva, su experiencia le dice que los pronósticos no son más que eso. Pero la mujer no se da por vencida y sube la apuesta. Para no dejarlo tranquilo en su conciencia le revela sus planes. Si él no contesta ella tiene que abortar para continuar con su marido. El médico gana tiempo pero al saber que el aborto es cuestión de horas le revela que su marido tiene pocas posibilidades por lo avanzado de su enfermedad. Dorota le pide que lo jure. Y el médico lo hace.
La escena anterior es particularmente ambigua. El médico mira por el microscopio las muestras del marido de Dorota. Ante la mirada del Testigo silencioso, que aquí hace las veces de enfermero, el colaborador del médico le dice que no hay duda de que progresa. Pero ¿que cosa progresa? ¿el enfermo o la enfermedad?
El Testigo silencioso aparecerá una segunda vez. Dorota está sentada mirando a su marido pero sin poder comunicarse con él (que parece estar inconsciente y a veces tener alucinaciones). Allí tiene que decidir si lo deja o no. De hecho la mujer parece esperar siempre una decisión de otro, ya sea del mismo médico o de la muerte. Ante la mirada del Testigo, Dorota declara su amor. Elige la fidelidad. Y allí una de las imágenes más famosas del Decálogo. Una abeja que atrapada en la melaza de unas frutas que Dorota le había llevado al marido, lucha por sobrevivir y escapa de la muerte. 
Y entonces, dos finales. El primero es el de Dorota que mientras toca el violín en la filarmónica sonríe y se muestra relajada por primera vez en toda la película (¿Sonríe al médico que la había pedido entradas para oírla?). 
El segundo final es el del marido que como Lázaro vuelve de la muerte (la imagen de él entrando por una puerta iluminada ha llevado al paralelo con la resurrección evangélica a varios críticos). Agradece lo que el médico ha hecho por él y le cuenta que con su mujer esta esperando un hijo. 
- Sabe lo que significa un hijo, le dice.
- Si lo se. - responde el médico que todavía recuerda a los que él perdió.

Kieslowski elabora en este film, a mi entender bastante complejo, distintas temáticas. La primera y más inmediata es la ambigüedad de la ley. ¿Es lícito jurar en falso, invocando el nombre de Dios, para salvar una vida inocente? 
El segundo tema es el de la vida y la muerte. Dorota plantea el problema como un juego de suma cero. La vida de uno, implica necesariamente la muerte del otro. El médico (y sobre todo Kieslowski) desmonta esta premisa. La sensación que el director logra crear es que la muerte de uno lleva necesariamente a la muerte del otro. Si Dorota hubiera abortado su marido habría muerto.
El tercer tema es el de la responsabilidad. Nadie puede elegir por nosotros. La figura misma del Testigo que observa, sin decir una palabra obliga a la propia decisión como único camino para la propia conciencia. 

P.D.: Interesante es la reflexión que hace Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema Argentina, en la presentación que hizo de este capítulo del decálogo para la TV. Dice el juez que "con la violación del mandato el médico salva dos vidas".  Lástima que no lo tenga así de claro cuando debe juzgar con respecto al aborto...

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