miércoles, 9 de abril de 2014

El Testigo Silencioso

En la entrada anterior hablamos del hecho de que en el Decálogo todas las historias intentan contar una historia. La unidad es manifestada de diferentes maneras, pero sin ninguna duda la más interesante es la del llamado "Testigo silencioso". 
El personaje, interpretado por el actor Artur Barcis, abre el Decálogo rompiendo con su mirada intensa la llamada cuarta pared y metiendo al espectador dentro del relato. El testigo aparece directamente en 8 de los capítulos (1 al 6, 8 y 9). En el octavo aparece solo indirectamente, y en el décimo no aparece. 
Diversos críticos han hecho notar la cualidad enigmática del personaje y de sus apariciones. El Testigo, en palabras de Emanuela Imperato, es una figura siempre igual y siempre distinta. Alto, flaco, pálido, rubio, él entra y sale de la escena lentamente, deliberadamente, en silencio, sin pronunciar una palabra. Pareciera moverse libremente, sin límites de espacio y de tiempo. En I es un pastor o un "sin techo", en II es un médico, en III conduce un tren, en IV es un piragüista, etc. En algunos films su presencia es notada por los demás personajes, en otros se mueve sin ser visto, como si su naturaleza trascendiera el cuerpo. 
Lo que más llama la atención de su aspecto es el rostro diáfano, la intensidad y la solemnidad de su expresión y su mirada aguda e impenetrable. Para algunos, sin duda el Testigo refleja una sustancia más espiritual que material. 
Kieslowski, con su típica ironía, una vez dijo "Esta este tipo que pasea en todos los films. No se quién es. Será uno que llega y mira". Dicho por un director que meticulosamente calcula todos los detalles, la afirmación no es del todo creíble. Otra vez, hablando más seriamente dijo "El no tiene ninguna influencia sobre la acción, pero guía a los personajes a reflexionar sobre aquello que están haciendo. Su mirada intensa los induce a cuestionar sus acciones".
El mismo Artur Barcis considera a su personaje como "Cristo que podría aparecer en cualquier momento", algo en lo que concuerdan entre otros el filósofo esloveno Slavoj Zizek. el crítico de arte Vincent Amiel o el jesuita Lloyd Baugh. 
Siguiendo esta interpretación se podría ver en el Testigo Silencioso elementos esenciales de la divina Providencia, mostrando como Dios se mueve en modo salvífico en la vida de los hombres, por un lado respetando absolutamente la libertad humana y por el otro soportando él mismo el peso de las decisiones, algo que se refleja en la canoa que levanta en IV, las valijas de VI, o la bicicleta de IX. 
Su presencia (como la Gracia) no implica el final del esfuerzo humano necesario para el bien actuar y la salvación. Si tratamos de imaginarnos que sucederá a los personajes después de la "visita" del Testigo, nos damos cuenta que solo es el comienzo de un camino, pero sabiendo que como dice el salmista: 

porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa, 
porque el te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos. 

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