Dos pequeños ejemplos de como razona Benedicto XVI. En el prefacio de su "Opera Omnia" explica que estuvo a punto de sacar el capítulo que se refería a la orientación de la oración porque le parecía que suscitaba discusiones que no iban al centro de la cuestión. Allí mismo repite que la mejor solución quizás no sea volver al pasado sino perfeccionar lo presente.
"Cuando decidí aceptar el proyecto de una edición de todas mis obras, tenía bien claro que debía seguir el orden propuesto por el Concilio y que al inicio tenía que estar el volumen con mis escritos sobre la liturgia. La liturgia de la Iglesia fue para mi desde la infancia la realidad central de mi vida y, a la escuela de teología de maestros como Schmaus, Söhngen, Pascher y Guardini, se volvió el centro de mi empeño teológico. La materia que elegí fue la teología fundamental, porque antes que nada quería ir al fondo de la pregunta: ¿Por que nosotros creemos? Pero en esta pregunta, desde el inicio, esta incluida intrínsicamente la otra pregunta, aquella de la justa respuesta debemos dar a Dios. A partir de aquí se deben entender mis trabajos sobre el culto divino. Mi objetivo no eran los problemas específicos de la ciencia litúrgica, sino el anclaje de la liturgia al acto fundamental de nuestra fe y su puesto al conjunto de nuestra existencia humana.
Este volumen recoge todos mis trabajos pequeños y grandes con los cuales, en el curso de los años, en diversas ocasiones y desde perspectivas diversas, tomé posición sobre cuestiones litúrgicas. Después de todas estas contribuciones nacidas de este modo, sentí la necesidad de presentar una visión del conjunto, que fue publicada en el año jubilar con el título "El espíritu de la liturgia. Una introducción". y que constituye el texto central de este volumen. Lamentablemente, casi todas las recensiones se focalizaron en un único capítulo: "El altar y la orientación de la oración en la liturgia". Los lectores de las recensiónes, al final han deducido que la entera obra tratase únciamente sobre la orientación del celebrante. Su contenido sería querer reintroducir la celebración de la misa "de espaldas al pueblo". Frente a esta falsificación, por un tiempo pensé en suprimir este capítulo -de apenas nueve páginas sobre doscientas- para poder finalmente reconducir la discusión sobre el argumento esencial que me interesaba y continúa a interesarme en el libro. Esto hubiera sido posible fácilmente porque, en estos últimos años, fueron publicados dos excelentes trabajos, en los cuales la cuestión de la orientación del lo oración en la Iglesia del primer milenio fue aclarada de manera persuasiva. Pienso sobre todo a la importante obra de Uwe Michael Lang (Conversi ad Dominum, Freiburg 2006), y en modo particular a la gran contribución de Stefan Heid (Gebetshaltung und Ostung in frühchristlicher Zeit, 2006), en los cuales las fuentes y la bibliografia sobre la cuestión son ampliamente ilustradas y actualizadas. El resultado es claro: la idea que sacerdote y pueblo en la oración deban mirarse recíprocamente nació solo en la época moderna y es completamente extrañea a la cristiandad antigua. En efecto, sacerdote y pueblo no dirigen su oración uno al otro sino que juntos la dirigen al único Señor. Por esto, durante la oración miran en la misma dirección: o hacia Oriente, simbolo cósmico del Señor que debe venir, o - cuando esto no es posible - hacia una imagen de Cristo sobre el abside, hacia un cruz o simplemente hacia lo alto, como lo hizo el Señor durante la oración sacerdotal en la noche anterior a su pasión. Mientras, afortunadamente, se hace camino la propuesta hecha por mi al final del mencionado capítulo de mi libro. No modificar nuevamente la estructura sino simplemente poner al centro del altar la cruz, a la cual miran sacerdote y fieles juntos, para dejarse así conducir hacia el Señor, al que todos juntos rezamos".
Amaba tanto la liturgia, que la destrozó con la nueva misa protestantizada.
ResponderBorrarMire usted, no lo había pensado, ahora que lo dice...
ResponderBorrarMe parece una solución de compromiso, "política". En realidad es el sacerdote quien mira al crucifijo -es un crucifijo, no una cruz-, ya que los fieles no la tiene de frente, sino de espaldas. Es como si el Papa estuviese diciendo: busquemos una solución para algo que se ha hecho muy mal, la modificación de la estructura del altar, poniéndolo para celebrar cara al pueblo. Pero la solución no deja de ser un parche. Dicho con todo el respeto.
ResponderBorrarAcaban de publicar en español el primer tomo de la Opera Omnia de Ratzinger. La edición es estupenda. La BAC ha hecho un gran esfuerzo. Hecho en falta el tomo introductorio, aunque muy breve, que sí ha sido publicado en alemán e italiano.
ResponderBorrarSobre el tema concreto: lo de la cruz también me parece un parche. Lo de volverse ad orientem, hoy por hoy, aunque me parezca frustrante reconocerlo, es inviable. Es el daño que ha hecho la "deforma litúrgica".