¿Debemos cambiar de nuevo todo? Nada es peor para la liturgia que los continuos cambios, aunque parezca tratarse de un efectiva renovación. Veo un camino de salida en una reflexión de Erik Peterson. Como hemos señalado precedentemente, se estableció una asociación entre la orientación hacia el Este y el "Signo del Hijo del Hombre", la Cruz, que anuncia el retorno del Señor. El Oriente fue entonces puesto desde temprano en relación con el signo de la Cruz. Donde no es posible dirigirse concretamente hacia el Oriente, la Cruz puede servir como el Oriente interior de la fe. Esta debería estar al centro del altar y ser el punto hacia el cual pueda converger la mirada, tanto del sacerdote como de la comunidad orante. Sigamos así la antigua solicitud que se encontraba en la oración que comenzaba el pasaje hacia la celebración verdadera y propia de la Eucaristia: "Conversi ad Dominum" . Miremos entonces juntos a Aquel que con su muerte a rasgado el velo del templo, Aquel que, por nosotros esta delante al Padre y nos acoge en sus brazos y nos hace el templo nuevo y viviente.
Reconozco que en mi comentario no había nada nuevo ni ingenioso. Yo, torpemente, hablé de "parche". Pero Ratzinger ya lo había apuntado con más precisión y finura: "Donde no es posible dirigirse concretamente hacia el Oriente, la Cruz puede servir como el Oriente interior de la fe". Ratzinger ve esta disposición como "un camino de salida", no como un puerto de llegada.
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