lunes, 17 de septiembre de 2012

Del diario de Divo Barsotti



Divo Barsotti fue un sacerdote italiano. Su figura, de la cual trazó un excelente perfil Sandro Magister hace unos años en su columna en "Espresso", no acepta fáciles encasillamientos. No se lo puede definir ni de "izquierda" ni de "derecha". Rechazado por el "establishment" teológico debido a su ausencia de títulos, tuvo un fuerte influjo espiritual en Italia que se materializó la comunidad de monjes por el fundada.

Traduzco parte de su diario, que me parece tiene más de una reflexión interesante.

"Me indigna el comportamiento de los teólogos. Creeré en ellos cuando los veré verdaderamente quemarse, consumidos del celo por la salvación del mundo, que no comen, que no beben, que no duermen obsesionados del pecado o, si no se debe creer en el pecado, implicados hasta desfallecer en el servicio de Dios. Todo el resto es retórica. 
Se pasa de un triunfalismo al otro, y todo es lo mismo. Una verdad que sirve al orgullo de quien la proclama y cree defenderla es una verdad enloquecida. Solo la santidad salva a la Iglesia, salva la verdad, una santidad que no opone verdad a verdad, porque su humildad le impide de sentir que la verdad que lleva sea "toda" la verdad, porque su amor excluye la contraposición. 
Solo los santos salvan al mundo y a la Iglesia. Y los santos ¿dónde están? Nadie parece creer en ellos. 
El diálogo con el mundo es esencial a la Iglesia porque allí cumple su misión, pero el diálogo supone su separación, y es justamente esta separación que el mundo no quiere y que pesa también a la Iglesia. 
¡Que el diálogo no sea un pretexto para insertarse en el mundo, un tentativo de escapar a la propia soledad! La Iglesia no puede hacer nada: todo tentativo fallará, pero  si ella no puede comprometer su santidad, en su tentativo puede comprometer la eficacia de su misión. 
Todos hablan de un mundo que cambia, todos están como obsesionados por la tarea de renovar el cristianismo, para que pueda seguir el paso del camino de la historia. ¿Pero que cosa cambia realmente?
Los cambios que se quieren buscar por si mismos no son otra cosa que substituir al amor y a la verdadera búsqueda y por eso no serán nunca suficientes, sino que demostrarán su ineficiencia. Ninguno sabe con anterioridad los caminos, los métodos, las formas, es el amor verdadero el que las descubre y es el amor el que las crea.
Estamos solos. Cada vez más la palabra, el lenguaje se vuelve incomprensible. Se habla un lenguaje nuevo. No solo es difícil el encuentro entre creyentes y no creyentes, sino que al interno mismo de una comunidad de fe nos sentimos solos, incapaces de comunicar. 
Se dice que el mundo se volvió mayor de edad. Nos viene la duda si no ha alcanzado todavía la edad de la razón. Quizás solo esta decrépito, ha perdido la memoria. No es Dios quien es inaccesible al hombre. Dios pidiéndonos la fe nos pide algo de verdad. Solo en la fe el hombre se proporciona realmente a Dios. Es justamente por esto que Dios solo nos puede dar la fe. La ascesis, incluso la más rigurosa es una cosa humana, pero la fe no. 
Como el Padre no está sin el Hijo, así el Cristo no esta sin la Virgen Esposa, la Iglesia, cada alma. El misterio de la Encarnación es al corazón de la Realidad, es el corazón mismo de la Realidad. Sin este misterio en la separación de Dios del hombre, Dios se vuelve todo incognoscible y el hombre se precipita en el dolor. 
Cuando reencuentro mi vocación entonces siento que son cercanos San Tijón, San Serafino de Sarov y entre los occidentales en Ruysbroeck. No me interesa ser teólogo, -todo es mentira si no doy testimonio. Cada uno se realiza solo en la medida en la cual da testimonio de Dios, del Reino. En la medida que no somos santos, estamos perdidos. 
Vida simple, humilde, alegre en la presencia de Dios. Yo daría todo el amor, lo dejaría todo caer por un solo dogma -incluso por el dogma del infierno. El infierno es infinitamente más grande, más maravilloso de todo el amor al prójimo, si en el amor al prójimo no es Dios mismo que ama. 
El amor del prójimo en el cristianismo es señal del amor de Dios. El amor al prójimo vale en cuanto revela Dios, la hace presente en el mundo."

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