Publico un texto del historiador y profesor de Lovaina (¡Ay Lovaina!) Roger Aubert. Es del año 1967 y una clara defensa de la Dignitatis humanae. Más allá de que algunos puntos me parece que merecerían una mayor definición (o, al menos de parte mía una mayor reflexión), me parece argumentativamente interesante para debatir.
León XIII auxiliado por su filosofía tomista, de inspiración aristotélica, elabora lo que podría llamarse una teología del Estado y de la sociedad civil, cuya propia consistencia reconoce en el orden, lo cual es muy iportante para plantear en términos correctos el problema de las libertades modernas en el plano civil.Estas ideas fueron madurando poco a poco bajo Pío XI y Pío XII. El primero introducía notoriamente la importante distinción entre la libertad de conciencia - es decir, la independencia de la conciencia con relación a Dio- condenada, y la libertad de las conciencias -es decir, los derechos subjetivos de los individuos-, reivindicada, al contrario, por la Iglesia frene al Estado totalitario. El segundo dio un paso más en ciertos mensajes de Navidad del tiempo de guerra y sobre todo en su celebre discurso a los juristas católicos, partiendo de la constatación innegable de que en un mundo en el que el catolicismo aparece cada días más como minoritario y definitivamente minoritario (el pusillus grex predicho por Cristo en el Evangelio), reconocía que la hipótesis ha venido a ser la situación normal, la única que ha de considerarse concretamente en nuestros días.Poco a poco, sin embargo, y a medida que la visión teológica del hombre y de la sociedad se renovaba al contacto a la vez de la Biblia y de la filosofía moderna, ciertos teólogos empezaron a entrever que un nuevo progreso se imponía, que la distinción entre la tesis y la hipótesis no era más que una escapatoria muy discutible, que dejaba abierto el fondo del problema y que la tesis misma tenía que ser repensada; la tesis, que, como sugería hace tiempo el padre Congar, no es quizás otra cosa que la sistematización de la hipótesis de la Edad Media. Algunos investigadores valientes emprendieron, pues sobre todo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la tarea de elaborar una teología de la libertad religiosa, que presentaría a ésta no como una tolerancia o un mal menor, sino como un auténtico derecho del hombre que hay que reconocer en nombre mismo de los principios cristianos. La tarea era delicada, pero los argumentos positivos no faltaban. Había con todo, un obstáculo aparentemente serio: las tomas de posición de los papas del siglo XIX (concretamente la encíclica Mirari Vos de Gregorio XVI y el Syllabus de Pío IX) no habían cerrado definitivamente el camino para una búsqueda de este género, condenando de derecho las libertades modernas, la libertad de culto en particular, no dejando como única escapatoria más que la solución de la hipótesis, o de la tolerancia del mal menor. Muchos lo entendieron así. Pero es aquí donde los historiadores han podido aportar una modesta ayuda a los teólogos.El examen del contexto histórico en el cual estos documentos han sido elaborados permite, en efecto, comprender mejor su verdadera perspectiva y por tanto su verdadera trascendencia permanente. Las afirmaciones cortantes y rotundas de los documentos pontificios se situan en el plano objetivo. Lo que Gregorio XVI, Pío IX y León XIII quisieron afirmar esencialmente y en primer lugar, es que no hay más que una sola y verdadera religión, la religión querida por Dios, y que los hombres no tienen desde entonces ningún derecho objetivo a escoger otra a su antojo; en otros términos, que no son libres en relación con Dios. Y porque tenían la impresión de que estas verdades estaban en peligro por el sistema de las libertades modernas tal como eran presentadas habitualmente en su tiempo, se creyeron obligados a reaccionar tan vivamente. En una palabra, el contexto histórico muestra que lo que se apuntaba directamente con los documentos pontificios en cuestión es el punto de vista racionalista, que pretende hacer de la razón humana individual el árbitro supremo de derecho en materia de religión, como si Dios no hubiese revelado nada preciso a este respecto. Este origen racionalista de la concepción de la libertad religiosa no podía sino ser denunciado por los papas, y la Iglesia continuará rechazándola siempre. Pero se trata de esta concepción racionalista y naturalista y no de otra concepción de la libertad religiosa, que se deduciría de otros principios distintos, tales como la libertad del acto de fe o la obligación para la conciencia de seguir lo que le parece verdadero y justo. Lo que ha sido condenado por los papas del siglo XIX, por encima de una determinada organización liberal de la sociedad cuyas fuentes de inspiración y cuyas manifestaciones concretas aparecen como incompatibles con la doctrina de la Iglesia, es ante todo un relativismo y un indiferentismo teórico, que niegan los derechos de Dios sobre el hombre, mucho más que in indiferentismo práctico que se limita a pedir que se respete la personalidad libre incluso cuando se equivoca.
El P. Victorino Rodríguez criticó a Aubert por historicismo y verdad epocal.
ResponderBorrarMe llama la atención lo siguiente:
"...que se deduciría de otros principios distintos, tales como la libertad del acto de fe o la obligación para la conciencia de seguir lo que le parece verdadero y justo."
De la libertad del acto de fe se sigue que el acto interior no es coercible y el acto externo simulado sería una irreverencia. Pero de ahí a pasar a la libertad para el culto público y la propaganda de una religión falsa hay un salto muy grande que habría que argumentar.
Y respecto de la conciencia invenciblemente errónea hay que recordar que la DH no la adoptó como fundamento. Porque resulta problemático y a veces absurdo reconocer un derecho en el ámbito externo y social a seguir la conciencia errónea. Un terrorista musulmán suicida podría decir que su conciencia le manda inmolarse y no por ello tendría derecho objetivo a hacer tal cosa con daño a terceros y afectación del bien común.
Dicho lo anterior, hay que reconocer que los trabajos de Aubert sobre la historia de la tolerancia tienen un importante valor histórico y documental.
Saludos.
Martin Ellingham / Gelfand,
ResponderBorrarQue bueno encontrarnos nuevamente en la blogósfera.
Es verdad que las palabras de Aubert tienen un tono historicista, sin embargo, el que la condena emitida en Quanta Cura/Syllabus tuviese como objeto el "indiferentismo religioso" y no la libertad civil de cultos, es algo que ya dijo Dupanloup desde el mismísimo momento en que se conocieron estos textos magisteriales: "Lo que la Iglesia, lo que el Papa condena, es el indiferentismo religioso."... y además debe decirse que sus dichos recibieron al menos el visto bueno, el "nihil obstat", de Pío IX.
Ojo, esto sin perjuicio del derecho y deber del Estado Católico a defender la Fe y la unidad en la Fe del pueblo, derecho que Dupanloup sostuvo vehementemente y sobre el cual callan Dignitatis Humanae y también Aubert, aunque la mención de la "normalización" del estado de hipótesis por parte de este último pareciera esbozar su opinión a este respecto... me refiero a la teoría de que DH declaró tácitamente (o al menos pragmáticamente) un estado de hipótesis generalizado, en el cual ningún estado/sociedad sería "suficientemente católico" como para que se justifique la regulación de las manifestaciones públicas de cultos no católicos que no violasen el "orden moral objetivo".
En contra de esta teoría puede mencionarse(y con bastante peso) la situación de España y tal vez Italia... estos casos concretos dan peso a lo que usted Martin Ellingham ha denominado en alguna ocasión como la "interpretación española" de DH...
Les mando un gran saludo a ambos.
Eremita: Que bueno encontrarlo de nuevo. Creía que se había perdido...
ResponderBorrarEl texto es un extracto de un artículo más amplio. Creo que queda bastante claro que la posición de Aubert no es historicista. Al menos en este artículo. Justamente lo sostiene en base a la declaración de Dupaunlop y a la aprobación de Pío IX que hace mención el Eremita.
Creo que toda la argumentación sobre la libertad de culto pública y la propaganda, nace de esta famosa distinción de "tesis e hipótesis". En el mismo libro hay un artículo de Ettiene Borne, en el que el filósofo francés dice que la tesis "tiene muchas probabilidades de no ser más que una hipótesis de otro tiempo, que remite a un antiguo régimen o a la Edad Media, por lo demás ideológicamente reconstruidos". La cita es fuerte y acarrea no pocos problemas, pero creo que no deberíamos descartarla sin más.
Por otra parte, viendo la evolución de los acontecimientos tanto en España como en Italia diez años después de la DH, podríamos decir que los padres conciliares terminaron siendo profetas...
Publico un comentario que Luis Lamberti me deja en Facebook
ResponderBorrarA mí lo que más me convence es lo que dijo Congar, un tipo honesto intelectualmente y muy involucrado en la redacción del esquema. Se cambió la doctrina por una razón de imagen, para cortar el argumento de que la "tolerancia" era una táctica ante el contexto historico que permitia reservarse la posibilidad de volver a la vieja doctrina cuando las circunstancias mutaran. Así, dice Congar, no bay vuelta atrás y la Iglesia muestra su apertura, quemando las naves. A Goebbels le encantaban estos razonamientos.
Y la otra cosa graciosa es eso de que "el liberalismo ya no es como el del siglo XIX",
ResponderBorraragresivo y totalitario contra la Iglesia. Cambió, se mejoró (argumento usado por Ratzinger en sus Principios Teológicos, para justificar que la GS sea un Antisyllabus).
Es posible que esto se pudiera decir en los sesenta sin una sonora carcajada y con poca clarividencia. Pero sostener eso hoy ya es tomar el pelo.
Ludovicus
No entiendo por qué los herederos de Maritain, hoy, no se dan cuenta de que la legalización del sodomonio es un hito, un hecho que debiera hacer saltar por los aires su optimismo naturalista, que distinguía los grados de evidencia de la ley natural para excusar a las modernas democracias por su legislación inmoral.
ResponderBorrarPero Zanotti y Fazio siguen...
Saludos.
«Todos vosotros hermanos míos, si estáis condenados a ver el triunfo del mal, no lo aclaméis jamás, no digáis jamás al mal: tú eres el bien; a la decadencia: tú eres el progreso; a la noche: tú eres la luz; a la muerte: tú eres la vida… Oponed a ello la energía de vuestras obras y de vuestros esfuerzos». (Cardenal Pie).
ResponderBorrarEs la mejor descripcion del neoliberalismo catolico.
Saludos.
Martin E.