La cuarta entrega del Decálogo de Krzysztof
Kieslowski es quizás el film más incómodo de toda la serie. El mandamiento "Honrarás a tu padre y a tu madre" se transforma, en la mirada de Kieslowski, en una historia de incesto no consumado (como dirían los canonistas).
La película comienza en una noche donde padre e hija, en habitaciones separadas, parecen pensar en lo que va a venir. A la mañana siguiente es lunes de Pascua. En las familias polacas se hace una pequeña broma. Se despiertan unos a otros lanzándose agua. La mirada del padre hacia la hija mojada en la bañera sirve como un segundo paso para ser introducidos en la historia.
El padre, Michal, viaja seguido por trabajo. La hija, Anka, es estudiante de arte dramático. Entre ellos hay un acuerdo. Una carta que ella solo debe abrir después de que él muera. Pero ahora, el padre está por hacer uno de sus viajes, y deja en el escritorio la carta. Antes de subir al avión, convenientemente el padre le pide a la hija que busque entre las cosas de su escritorio unas boletas de teléfono, casi queriendo despertar la curiosidad de Anka. El avión parte, y en la visión de la hija, se vuelve una mancha (¿metáfora de la relación con su padre?). Kieslowski, como un buen narrador de cuentos policiales, va dejando indicios. La palabra "Father" que la oculista le hace formar, la poesía de Elliot, la falta de conexión con el novio cuando estan actuando, la relación de amor-rechazo en la vida privada, la conexión con su profesor, un hombre mayor que bien podría ser su padre, etc.
El padre vuelve de su viaje, y la hija en el aeropuerto le recita unas palabras de su madre donde le cuenta que Michal no es el verdadero padre. Este reacciona dándole una bofetada. A partir de allí empieza la noche infernal de los dos protagonistas. Michal siempre sospechó que Anka no era su verdadera hija. Y cuando esta creció empezó, a tener sentimientos fuera de lo común hacia ella. Celos, pero no como los de un padre, sino como los de un esposo.

Al otro día, Anka se despierta en su habitación (decorada convenientemente con la imagen de otro piragüista), cree que el padre la ha abandonado y al verlo irse (en realidad va a comprar leche, otro símbolo recurrente en el decálogo), lo llama papá (la noche anterior le había preguntado como lo debía llamar) y corre para decirle que en realidad ella no abrió nunca la carta. En ese momento, sin que tenga nada que ver con el Sitz im Lebem de la película, vuelve a aparecer el Testigo Silencioso cargando una vez más el kayak.
Al final los dos deciden quemar la carta, de la cual solo queda el inicio, donde se llega a leer "Michal no es ....". La cámara se mueve, tomando una fotografía de la madre junto a dos de los supuestos padres de Anka y, como en un juego de espejos, aparece la figura borrosa de un tercer hombre que sería Michal.

Una mirada psicologista (y el film es muy freudiano!) haría pensar en un padre y una hija que quieren volver a la infancia, cerrando toda relación al mundo exterior. Pero no es ese el único significado. La película habla también de la necesidad de crecer más allá de la relación paterna. Anka espera la verdad que solo se va a revelar con la muerte de sus padres. Michal la obliga a asumir su adultez en la elección moral.
Pero también hay, además, una redimensión del significado de la paternidad, la cual consiste por sobre todo en un ligamen espiritual más que en una simple relación biológica. Decía un cura hace poco que la crisis del sacerdocio es el paralelo exacto de la crisis de la paternidad. En el caso de Michal, la paternidad espiritual pasa por no cerrarse en una relación exclusiva con su hija sino en empujarla a que crezca independiente de él, para vivir una vida adulta.
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