En los post anteriores hemos hablado del conflicto lefebvriano. La interpretación que hagamos de este, tiene mucho que ver con la interpretación que hagamos del Concilio Vaticano II. No solo de los documentos, sino también del evento conciliar en si, como hecho histórico y social. Para ayudar al debate dejo la traducción (no oficial) de un texto del Cardenal Joseph Ratzinger del año 1995 que fue publicado con las actas de un convenio sobre la "Humanae vitae" del 2008. Al ser el fragmento demasiado extenso, lo haré en dos partes.
"Con la convocación y la apertura del concilio Vaticano II, Juan XXIII había dejado como legado a su sucesor Pablo VI la tarea de una reforma general de la Iglesia. Cuando el concilio tuvo inicio, la fase de la reconstrucción post bélica había llegado a su fin. La destrucción que la dictadura anticristiana de Hitler había dejado, hablaba con un lenguaje elocuente. Era necesario imprimir una nueva orientación a los fundamentos cristianos de Europa y generar una voluntad común de despertar, una nueva vida en un continente atormentado y desmembrado. En la necesidad de esta hora había nacido un acuerdo en el pensamiento y en la acción. Este se diluyo en el momento en que fue completado lo esencial de la obra de reconstrucción. El esfuerzo de renovación de la Iglesia no puede ser comprendido prescindiendo de este contexto social y de sus cambios. En la primera fase post bélica la Iglesia aparecía como el baluarte de la humanidad en la conciencia de aquellos que habían experimentado el dominio de la deshumanidad. Era la realidad segura que había tenido y había dado buena prueba de si misma. Por esto, ella podía salir del lugar de aislamiento en el cual fue puesta en el siglo diecinueve: el liberalismo, las ideas que habían inspirado los estados nacionales no estaban, o al menos así parecía, en contradicción con la Iglesia. El espíritu de la modernidad y la Iglesia no se veían mas con hostilidad, sino que caminaban uno hacia el encuentro del otro."
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