miércoles, 23 de marzo de 2011

Los filo-lefebvrianos, el Padre Iraburu y algunas preguntas (II)



Siguiendo el post pasado:

c) Pareciera que debemos hacer un acto de fe para entender la posición lefebvrista. Este acto consistiría en aceptar que "todo acto de Mons. Lefebvre tuvo una intención inmaculada". Es mas, una intención tan pura que los actos objetivamente malos que puede haber hecho, por su inmaculada intención se transforman en (casi) buenos. En cambio los actos de Juan Pablo II y de la curia romana fueron de una intención plenamente mala. Es más de una maldad tal, que aún la simple aplicación del Código de Derecho Canónico no tuvo otra intención que destruir a Monseñor Lefebvre, su obra y la tradición.

d) Un argumento esgrimido por aquellos que defienden las ordenaciones episcopales de la FSSPX es el del miedo. Según estos, Lefebvre fue preso de un miedo invencible. Se sabía enfermo, por lo tanto que el tiempo estaba jugando en su contra. Al estar la FSSPX aislada, existía la posibilidad de que no encontraran un obispo que ordenara a los futuros sacerdotes. En este sentido, ordenar 3 obispos tan jóvenes (30, 31, 43 y 48 años) tenía como fin solucionar este problema, liberando a la FSSPX de futuros conflictos. Por un buen tiempo no serían necesarias futuras ordenaciones episcopales. La pregunta es ¿no es esta una forma de pensar humana, pero no la de un hombre de fe? ¿Si Lefebvre pensaba que su obra era de Dios, no tenía que pensar que Dios encontraría otras formas de seguir adelante? ¿No muestra esto una falta de confianza en la Iglesia de Dios? (Pienso en las palabras que escuchó San Francisco cuando cerca de su muerte se preocupaba por el futuro de la orden "¿Acaso tu obra, no es mi obra'").
Por otra parte ¿era esta apreciación de Lefebvre objetiva? ¿En verdad no había nadie ni en la curia romana, ni en el colegio episcopal que le fuera aliado? 

Nota: En algún blog de ortodoxa doctrina explican que el hecho de que Monseñor Lefebvre no haya dado misión canónica a los obispos ordenados era signo de no querer incurrir en el cisma. Sin embargo, según el CDC no incurre en el cisma aquel que da una misión canónica, sino aquel que no se sujeta al Romano Pontífice o el que rechaza la comunión de los miembros de la Iglesia sometidos a él. Es claro que el hecho mismo de desobedecer una orden basta como prueba para no aceptar la sujeción. Sobre todo cuando el acto de desobediencia es de una materia grave como es la ordenación episcopal. La comparación con Monseñor Slipyj no tiene sentido, por la simple razón de que no había una orden en contrario como si la había con Monseñor Lefebvre. 

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