Seguímos con el artículo de Aidan Hart. Lo voy traduciendo de a poco (cuando tengo tiempo) y trato de dividirlo a partir de los diferentes temas que desarrolla.
Observemos que los íconos no son naturalistas, sino que tienden a parecer cosas abstractas. Esta estilización es un tentativo de sugerir el estado transfigurado de las cosas, ver al hombre y al mundo no sólo con ojos físicos, sino con los ojos del espíritu. Aún sin ser naturalistas, los íconos son realistas. Un himno de la Iglesia Ortodoxa para la Fiesta de la Transfiguración dice así; "Oh Cristo, te has revestido del entero Adán, has iluminado la naturaleza un tiempo oscurecida y en la metamorfosis de tu aspecto la has divinizado". ´
Los íconos muestran al hombre en su verdadera naturaleza como ser creado y resplandeciente de la luz del Creador. Como escribe el Apóstol Pedro "Con estas cosas (Dios) nos ha donado los bienes grandísimos y preciosos que fueron prometidos, para que llegarámos por medio de ellos a participar de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Ped. I,4).
Observemos también que la descripción evangélica de la Transfiguración muestran que tanto la ropa de Cristo, como su Persona, emanaban luz. La ropa de lino participaban de la gracia divina por asociación con su cuerpo divino. También la vida sacramental de la Iglesia se viste utilizando la materia y transfigurándola.
A través de la Iglesia, el mundo puede convertirse en un cosmos u ornamento - que es uno de los significados literales de cosmos. Es este el mundo transfigurado que los íconos muestran a través de el modo en que representan las personas, la naturaleza y los edificios. La materia no es jamás mostrada como mera materia, sino como materia infundida con la gloria del Señor. No hay claroscuro, porque todas las cosas estan llenas de luz y son bañadas por la luz.
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