Esto nos conduce al tercer ministerio, es decir, al real. El rol de guía correctamente entendido es afín a aquel del director de música. Consiste en lograr conseguir lo mejor de cada individuo y en dirigir la orquesta en una unidad armoniosa. El mandamiento dado al hombre en la primera narración de la creación de "tener dominio" (Gen I, 28) es explicado en el segundo "El Señor Dios tomo al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo custodiara" (Gen II,15). El dominio es para para nutrir y crecer no para aplastar.
Por una parte el director de orquesta debe afirmar la unión de todos los instrumentos, la flauta puede mostrar aquello que tambor no es en grado de hacer y viceversa. Por la otra parte el director debe garantizar que cada instrumento singularmente desarrolle su parte para crear una melodía armoniosa.
De la misma manera, el iconógrafo, como director de una orquesta de colores y formas debe conocer las características especiales de cada pigmento. Terre verte, por ejemplo, es un pigmento naturalmente traslúcido y se debería usar en modo diferente a un pigmento naturalmente opaco como el ocre rosa. Algunos pigmentos, como el bermellón, se vuelven más oscuros si son molidos en forma más suave, mientras que otros, como la azurita, pierden intensidad cromática si son molidos en forma demasiado suave.
En conclusión, podemos afirmar que todos los niveles de la creación, desde el serafín y el hombre hasta el átomo son completados en relación, en comunión. Dios mismo es una comunión inefable de Tres, con ninguna división ni confusión entre las Personas. El Padre no es el Hijo y el Hijo no es el Espíritu y de todas formas no están separados. La relación es el centro de toda cosa que la Santa Trinidad ha creado. La misma palabra "eco" de la cual derivan los términos ecología, ecosistema y así otros, significa casa, morada; una sinergia entre persona y materia. La creación, el uso y la contemplación de un icono, son una encarnación gráfica de esta sacra ecología. El icono sagrado nos recuerda que todo lo creado puede ser transfigurado, puede ser un ornamento, un cosmos de la Iglesia divina y humana. La Iglesia resplandeciente por el sol y vestida con un ornamento transfigurado, será entonces "una mujer vestida de sol, con la luna bajo los pies y en su cabeza una corona de doce estrellas" (Ap XII, 1) (Artículo aparecido en L'Osservatore Romano 29-1-2012)
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