viernes, 23 de marzo de 2012

El Espíritu de la materia





Un artículo del especialista en iconografía Aiden Hart.

"Yo no adoro la materia, adoro el Dios de la materia, que por mi se hizo materia, y si dignó de habitar en la materia, y me ha dado la salvación a través de la materia. No cesaré de honorar aquella materia que obra mi salvación. La venero, si bien, no como Dios". (San Juan Damasceno, Sobre los Santos Íconos, I, 16)
Estas palabras de San Juan Damasceno, venerado en Oriente y en Occidente como doctor y padre de la Iglesia fueron escrítas en defensa de los íconos contra los íconoclastas. En ellos se afirmaba el rol espiritual no solo de las imágenes sacras sino de todo el mundo material. La materia era importante no solo porque Dios la había creado, sino también porque se había unido a ella en modo personal e hipostático a través de la Encarnación. 
En esta época como en ninguna otra la Iglesia debe conocer y celebrar el uso propio y entusiasta del mundo material. El materialismo es de hecho un abuso y no un uso de la materia. El consumismo puede ser considerado como una parodia secular de la Santa Eucaristia, una parodia porqué consumimos sin dar gracias, porque nos apropiamos de un don dándole la espalda al Donador. Entonces devoramos, pero no somos nutridos ni saciados. Solo en Cristo se puede comprender o experimentar el rol verdadero y elevado del mundo material. 
En este artículo deseo evidenciar en que modo la creación y el uso de los íconos es una encarnación gráfica de la "teología" de la Iglesia ortodoxa sobre la materia. Este es un teología centrada sobre la encarnación de Dios y sobre la transfiguración de la persona humana y a través de la persona humana, de todo el creado.
Para ser correctos, la teología es el discurso sobre la naturaleza de Dios como Trinidad, pero aquí utilizamos 
este término en un sentido más general. Hablamos primero del uso de los íconos y después de su creación.
Ícono es una palabra griega que significa imagen y en cuanto tal pone inmediatamente al ícono religioso como mediador entre el que observa y aquello que retrata. El rol de todo ícono, pero de los íconos sacros por excelencia es aquello de mediar. El modo en el cual tratámos las imágenes es un reflejo de como vemos la persona representada. San Juan Damasceno cita a San Basilio "el honor dado a las imágenes viene transferido a su prototypo" (Sobre los Santos Íconos, I,21). Adoramos a Cristo y honramos a los santos cuando besamos el ícono o encendemos una candela de frente a su imágen.
Imágenes de Cristo, de la Madre de Dios y de los santos son íconos obvios, pero, en general toda la creación material en su belleza es ella misma un ícono. La creación existe no solo para nutrir al hombre físicamente sino también para ser imágen de cosas más elevadas, un don del amor, un expresión de la belleza y generosidad divina.
Cuando se la recibe y se la contempla dando gracias, el hombre experimenta el mundo material como sacramento del amor. Cuando la somete y la cosume sin dar gracias, come muerte. Esto, naturalmente, no significa que la materia se vuelva un mal en si mismo, sino que nosotros al privarla de su carácter de don y al despersonalizarla, la volvemos solo materia. Con profunda intuición, San Efren el Sirio afirma que el árbol del conocimientod del bien y del mal es de hecho creación. Cuando es recibido con agradecimiento, lleva al hombre a la vida espiritual y a la bondad. Cuando es recibido sin dar gracias, se vuelve para él un objeto, una cosa muerta; no una fe nupcial. 

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