lunes, 19 de diciembre de 2022

O Clavis David

 


4-La antífona del 20 de diciembre

Oh Llave de David y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte.

O Clavis David, et sceptrum domus Israel; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris, et umbra mortis.
Dos son los textos principales del Antiguo Testamento de los cuales esta antífona trae casi todas sus expresiones.
El primero se lee en Is 22, 22: “Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá”.
El oráculo profético inviste a Eliaquim como maestro del palacio real en lugar de Sebná.
En el Nuevo Testamento, el oráculo de Isaías es citado en Ap 3, 7-11 atribuyéndoselo al Santo, es decir a Cristo, que dice a la Iglesia de Filadelfia: “Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre (…). Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona”.
En la antífona se agrega la explicación: “Cetro de la casa de Israel”, que alude al oráculo mesiánico de Jacob: “El cetro no se apartará de Judá,  ni el bastón de mando de entre sus piernas, hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia” (Gn 49, 10).
En la pregunta final de la antífona se reconoce al primer canto del Siervo del Señor: “Yo te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la càrcel a los que habitan en las tinieblas de la muerte” (Is 42, 6-7) y del Salmo 107 (106), 10-14: “Estaban en tinieblas, entre sombras de muerte, encadenados y en la miseria, por haber desafiado las órdenes de Dios y despreciado el designio del Altísimo. El lo había agobiado con sufrimientos, sucumbían, y nadie los ayudaba; pero en la angustia invocaron al Señor y él los libró de sus tribulaciones: los sacó de las tinieblas y las sombras e hizo pedazos sus cadenas”. El salmo da gracias a Dios que libera de todo infortunio.
Es así entonces que esta cuarta antífona, prosigue con la lectura mesiánica de textos proféticos y de nuevo Isaías es el profeta por excelencia.
La tercera antífona presentaba a Cristo mismo, como un signo por sobre todos. La cuarta insiste sobre sus acciones, sobre su poder absoluto, el de abrir y cerrar, y como el Siervo del Señor, sobre su rol de liberar a los que se encuentran como prisioneros de las tinieblas. 

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