O Clavis David

- 4-La
antífona del 20 de diciembre
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Oh
Llave de David y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede
cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que
viven en tinieblas y en sombras de muerte.
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O
Clavis David, et sceptrum domus Israel; qui aperis, et nemo claudit;
claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris,
sedentem in tenebris, et umbra mortis.
- Dos
son los textos principales del Antiguo Testamento de los cuales esta
antífona trae casi todas sus expresiones.
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El primero se lee
en Is 22, 22: “Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de
David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie
lo abrirá”.
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El oráculo
profético inviste a Eliaquim como maestro del palacio real en lugar
de Sebná.
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En el Nuevo
Testamento, el oráculo de Isaías es citado en Ap 3, 7-11
atribuyéndoselo al Santo, es decir a Cristo, que dice a la Iglesia de
Filadelfia: “Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una
puerta que nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has
cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre (…). Ya que has
cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en
la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero
para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. Yo volveré
pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda
arrebatarte la corona”.
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En la antífona se
agrega la explicación: “Cetro de la casa de Israel”, que alude
al oráculo mesiánico de Jacob: “El cetro no se apartará de Judá, ni el bastón de mando de entre sus piernas, hasta que llegue aquel
a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia” (Gn
49, 10).
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En la pregunta
final de la antífona se reconoce al primer canto del Siervo del
Señor: “Yo te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te
formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las
naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la
prisión a los cautivos y de la càrcel a los que habitan en las
tinieblas de la muerte” (Is 42, 6-7) y del Salmo 107 (106),
10-14: “Estaban en tinieblas, entre sombras de muerte, encadenados
y en la miseria, por haber desafiado las órdenes de Dios y
despreciado el designio del Altísimo. El lo había agobiado con
sufrimientos, sucumbían, y nadie los ayudaba; pero en la angustia
invocaron al Señor y él los libró de sus tribulaciones: los sacó
de las tinieblas y las sombras e hizo pedazos sus cadenas”. El
salmo da gracias a Dios que libera de todo infortunio.
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Es así entonces
que esta cuarta antífona, prosigue con la lectura mesiánica de
textos proféticos y de nuevo Isaías es el profeta por excelencia.
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La tercera antífona
presentaba a Cristo mismo, como un signo por sobre todos. La cuarta
insiste sobre sus acciones, sobre su poder absoluto, el de abrir y
cerrar, y como el Siervo del Señor, sobre su rol de liberar a los
que se encuentran como prisioneros de las tinieblas.
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