jueves, 22 de diciembre de 2022

O Emmanuel


7-La antífona del 23 de diciembre


Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro.

O Emmanuel, Rex et legifer noster, exspectatio Gentium, et Salvator earum: veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.

Para la última antífona fue elegido el nombre del niño anunciado por Isaías al rey Ajaz de Jerusalén: “Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel” (Is 7,14). Mateo, en la narración del anunció a José, ve en el nacimiento de Jesús el cumplimiento de esa profecía (Mt 1,23).
Solo los cristianos reconocen en Emmanuel a Dios. De hecho esa palabra hebraica significa “Dios con nosotros” pero el uso cristiano supera infinitamente el sentido de la profecía de Isaías.
Los dos títulos siguientes, “rey y legislador nuestro” y la oración final “ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro”, se refieren a Is 33, 22: “Porque el Señor es nuestro Juez, el Señor es nuestro Legislador, el Señor es nuestro Rey: él nos salvará”. Este texto fue puesto por algunos Padres, como San Jerónimo y San Teodoreto, en los labios de la Iglesia.
La invocación que concluye la antífona, “Señor Dios Nuestro”, es rara en la Vulgata y podría referirse a la oración de Ezequías después del asedio de Jerusalén por parte de las tropas de Senaquerib: “Pero ahora, Señor Dios Nuestro, sálvanos de su mano y que todos los reinos de la tierra reconozcan que tú solo Señor eres Dios” (Is 37, 14). Un claro eco de ella la tenemos en la profesión de fe de Tomás, siete días después de la Resurrección (Jn 20, 28).  
Queda la invocación “esperanza de las naciones y salvador de los pueblos”. La primera parte hace referencia a la bendición de Jacob en su versión de la LXX: “El cetro no se apartará de Judá ni el bastón de mando de entre sus piernas hasta que llegue aquel a quien le pertenece y que es esperanza de las naciones” (Gn 49, 10). La segunda parte, “salvador de los pueblos", no se encuentra con esa forma en la Biblia. Podría aludir a la expresión de Isaías, traducida por Jerónimo: “¡Derramad cielos el rocío, desde lo alto, y que las nubes lluevan sobre el Justo! ¡Que se abra la tierra y produzca la salvación, y que también haga germinar la justicia! (Is 45, 8) y también a varias expresiones del Nuevo Testamento: “Ya no creemos por lo que tú has dicho: nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4, 42) o “Nosotros nos fatigamos y luchamos porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen” (1 Tm 4, 10).
Esta última antífona es la única de las siete que insiste sobre la referencia a Cristo como Nuestro Señor.

ERO CRAS

La división entre las cuatro primeras antífonas y las tres últimas solo al final es comprendida en su totalidad. Las cuatro primeras constituyen un conjunto notorio al formar el acróstico CRAS, es decir mañana. Todos los títulos e incluso las preguntas provienen del Antiguo Testamento.
Para los últimos tres días del setenario, donde se forma el acróstico ERO, es decir estaré, las referencias escriturísticas de los títulos mesiánicos se dirigen al Nuevo Testamento y a la exégesis cristiana del Antiguo.
De esta forma, con las palabras "Mañana estaré", Cristo responde a los ruegos de los fieles, que por siete días han implorado que él se haga presente. 
La lectura de las antífonas mayores del Adviento, muestra así, una desarrollada teología. La espera orante de la Navidad se presenta como una relectura cristiana de los pasos mesiánicos más importantes del Antiguo Testamento siguiendo las huellas del Nuevo.

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