viernes, 16 de diciembre de 2022

O Sapientia


 

Desde el 17 al 23 de Diciembre, las siete antífonas que acompañan el canto del Magnificat en las Vísperas de la Liturgia de las Horas, constituyen una serie llamada “antífonas mayores” o “antífonas O”.

De hecho, cada una de ellas comienza con una invocación “Oh” dirigida a Nuestro Señor.

Este septenario es muy antiguo: Se remonta al tiempo del papa Gregorio Magno, en torno a los años 600, y se encuentran en el Liber responsalis sive antiphonarius. Desde aquellos tiempos fue muy valorado, al punto que en el Medioevo era entonado en la catedrales y monasterios por los principales responsables de la comunidad y, durante su canto, repicaban las campanas de las iglesias. 

Su denso contenido bíblico, su profunda teología y su alto nivel lírico las convierte en verdaderas joyas de la liturgia cristiana.

Cada una de estas antífonas fue compuesta muy cuidadosamente. De hecho se pueden ver en ellas tres partes. La primera, en la que se da a Cristo un título mesiánico introducido por la O, la segunda en la que se explica ese título, y la tercera, en la que se invoca la presencia del Señor. 

En estos días buscaremos las distintas referencias bíblicas con las que estás antífonas fueron construidos, a modo de centón, siguiendo un articulo del p. Maurice Gilbert S.I. 

1-La antífona del 17 de diciembre

Oh Sabiduría que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

O Sapientia, quae ex hore Altissimi prodiisti, attingens a fine usque ad finem fortiter suaviterque disponens omnia: veni ad docendum nos viam prudentiae.

El primer título es el de Sabiduría, concepto que en los últimos siglos de la era precristiana, se presentaba como una personificación de las cualidades divinas, que había colaborado con la obra de la Creación (Pr 8, 22-31). Es este una de las cimas del desarrollo teológico veterotestamentario, al situarla en la esfera divina, unida a Dios y, sin embargo, distinta del Uno. Este concepto prepara la doctrina trinitaria del Nuevo Testamento y ofrece una perspectiva adecuada para entender la figura de Jesús en cuanto Sabiduría de Dios encarnada. 

Así dice San Pablo a los Corintios: “predicamos un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos”. (1 Cor 1,23-24). Con el correr del tiempo, esa identificación entre la Sabiduría y Jesús se fue haciendo más explícita. Orígenes lo demuestra al interpretar cristológicamente el pasaje del libro de la Sabiduría que dice: “La Sabiduría es exhalación del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso: por eso nada manchado puede alcanzarla. Ella es el resplandor de su luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios y una imagen de su bondad”. (Sab 8,25-26).

Esta Sabiduría ha brotado de la boca del Altísimo: “Yo salí de la boca del Altísimo y cubrí la tierra como una neblina. Levanté mi carpa en las alturas y mi trono estaba en una columna de nube”. (Eclesiástico 24, 3-4). Por supuesto, la frase se refiere a la palabra creadora del Génesis, por medio de la cual todas las cosas fueron creadas, y es retomada por Juan en el Prólogo de su Evangelio: “Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe” (Jn 1, 3) y por San Pablo en la Carta a los Colosenses: “porque en él fueron creadas todas las cosas tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él” (Col 1, 16).

Según el libro de la Sabiduría, esta “se extiende de un lado al otro del universo con fuerza y dispone todo con suavidad” (Sab 8,1).

La antífona toma estos textos en su extensión original y agrega la noción de la presencia permanente de la Sabiduría en el mundo, al cual gobierna con firmeza y dulzura. De este modo presenta la idea de la creación continua y la permanencia cósmica de Cristo, ya desarrolladas por Orígenes en el De Principii y por San Agustín en la Carta 137.  

Al final del breve discurso con el cual invita a todos a su banquete, la Sabiduría concluye diciendo: “Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la salvación” (Pro 9, 6) y “El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor y la ciencia del Santo es la inteligencia” (Pro 9, 10). El enunciado conclusivo de esta primera antífona cita justamente este paso conservando el singular camino de la salvación (o de la prudencia), pero pidiendo a la Sabiduría misma, es decir Jesucristo, que nos enseñe este camino en el cual él desea vernos caminar.

Es así que la primera antífona toma algunos textos fundamentales de la corriente sapiencial del Antiguo Testamento, poniendo el acento sobre la obra de la sabiduría, identificada en Jesús, en la creación y en la permanencia activa y benévola en el universo y traza un paralelo con la sabiduría que Cristo enseña, necesaria para conocer el camino que lleva a la salvación.  



No hay comentarios.:

Publicar un comentario