Seguimos con el artículo del P.Cavalcoli O.P.:
Los lefebvrianos no se dan cuanta que cada Concilio es testigo de la tradición (...) Como los protestantes pretenden juzgar la enseñanza de los Papas a la luz de un contacto directo y subjetivo con la Escritura, encontrando una infinidad de errores, igualmente los lefebvrianos pretenden juzgar las enseñanzas del Magisterio posterior a 1962 (como ha observado el mismo Benedicto XVI) a la luz de un contacto inmediato y subjetivo con la Tradición, creyendo de encontrar en el Concilio y en los Papas del post-concilio una falsificación de ciertos datos de la Tradición.
Los protestantes, los modernistas y los lefebvristas no se dan cuenta que con este comportamiento, mas allá de que detrás de ellos haya teólogos doctos y doctísimos, terminan reclamando para si mismos la infalibilidad que Cristo aseguró a los obispos (no a los teólogos, ni a los exégetas, ni a los historiadores), sucesores de los apóstoles, unidos al Papa y bajo la guía del Papa.
De aquí la tesis difundida sea entre los lefebvrianos, sea entre los modernistas según la cual, las enseñanzas del Concilio constituirían una ruptura con aquellas del Magisterio precedente, unos para disgustarse, otros para alegrarse, unos para desvalorizar al máximo la autoridad dogmática del Concilio, los otros para hacer del Concilio una especie de compendio total del cristianismo y excluir todas las enseñanzas precedentes, unos identificando la Tradición al preconcilio, los otros negando valor a la Tradición.
La Tradición en el sentido católico puede ser por su solidez y certeza a la "roca" como Pedro es la "roca", pero no tiene la inercia de la roca o la rigidez de un cuerpo muerto, porque ella, como comprendía bien el Beato Newman, en cuanto producto del espíritu, es un ser viviente, que conserva ciertamente su identidad, pero al mismo tiempo crece, se profundiza y se desarrolla, si bien es verdad que el paragón con el viviente no es totalmente correcto porque una proposición nueva y mas avanzada de la Tradición no sustituye la anterior,como la edad adulta en el viviente sustituye la juventud, sino que se agrega a la precedente la cual sigue siendo válida y vinculante. (...)
La impresión de la ruptura puede tenerla más el historiador del Concilio que los teólogos y si la tuvieran estos, sería un hecho grave, porque querría decir que no saben ver la continuidad bajo el progreso.
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