jueves, 17 de mayo de 2012

La conferencia del Cardenal Ratzinger en Palermo (IV)


Dios es Uno y Trino

¿Cuantas veces hacemos en forma distraida el signo de la cruz e invocamos el nombre de la Trinidad Divina? Este gesto significa renovar las promesas bautismales, aceptar las palabras con las cuales fuimos hechos cristianos, acoger aquello que en el bautismo y sin nuestra participación y reflexión nos fue donado, asimilarlo en nuestra vida personal. Un tiempo nos fue versada el agua sobre la cabeza y proferida la palabra "Te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". La Iglesia hace al hombre cristiano pronunciando el nombre del Dios trinitario. Desde el inicio es este el modo del cual ella se sirve para explicar aquello que cree decisivo para "ser-cristiano": la fe en el Dios Uno y Trino. Quizás estas palabras les causan desilusión. Todo esto lo sentimos tan distantes de nuestra vida que nos parece inútil, incomprensible. Esperamos algo que nos atraiga, que nos estimule, algo que sea realmente importante para el hombre y su vida. Pero justamente es aquello que aparece en esta fórmula: el cristianismo está interesado sobre todo en Dios. El cristianismo no se sostiene sobre nuestras esperanzas, temores y deseos, sino sobre Dios, sobre su poder y potencia. La primera proposición de la fe cristiana, orientamento de fondo de nuestra conversión dice: Dios es.
¿Pero que significa esto? ¿Que significa en la vida cotidiana vivida en este mundo? Significa, sobre todo, que Dios es, y que entonces los "dioses" no son Dios. Es Él a quien debemos adorar, y no a otro. ¿Pero no es verdad que quizás los dioses están muertos desde hace tiempo? ¿Una expresión similar no nos parece clara hasta el punto de parecer vacía, sin ningún sentido? Quien observa atentamente la realidad se hace otra pregunta: ¿Es verdad que en nuestro tiempo no damos ningún servicio a los ídolos? ¿No hay nada que hoy se adore junto y contra Dios? ¿No es verdad que después de la muerte de Dios los dioses han reiniciado a ejercitar su inquietante poder? En el "Gran Catecismo" Lutero ha pintado en forma eficaz  la misma situación: "¿Que significa tener un Dios o que cosa es un Dios? Significa tener aquel del cual se espera todo bien y protección en todas nuestras dificultades. Tener un Dios no significa otra cosa que confiar en él con todo el corazón y a él creer con todas las fuerzas, como he dicho muchas veces y que solo esta confianza y fe de nuestro corazón hacen ambos: Dios y el ídolo". ¿En que cosa confiamos y creemos? ¿Acaso el dinero, el poder, la reputación, la opinión pública, el sexo no son poderes delante de los cuales el hombre se inclina, a los cuales le rinde un honor idolátrico? ¿Y el mundo no asumiría otro aspecto en el caso en que estos dioses fueran depuestos de sus tronos? Dios es: esto significa que sobre todos nuestros objetivos e intereses están la verdad y la justicia. Está el valor de aquello que, desde el punto de vista terreno, no tiene ningún valor. Hay una adoración de Dios, la verdadera adoración, que protege al hombre de la dictadura de los fines y que lo protege de las dictaduras ejercitadas por los ídolos. Dios es: esto significa también que nosotros todos somos sus creaturas. Solo creaturas, pero como tales fuimos originados en Dios. Nosotros somos creaturas queridas por Él y destinadas a la eternidad: lo es también nuestro vecino  y también la persona antipática. El hombre no es un producto del azar no es el resultado de una lucha por la existencia, que haría triunfar a aquel más adaptado, a aquel que se puede imponer: El hombre es fruto del amor creativo de Dios. Dios es: aquí tenemos que subrayar la copula, traducir entonces la formula en la siguiente proposición: "Dios es realmente, y aquello significa que obra, actúa". No es un origen alejado o una meta indeterminada de nuestra trascendencia. No ha tomado distancia de la maquina mundial, no ha abdicado de sus funciones porque todo funciona por si mismo. El mundo es y permanece siendo su mundo, el presente es su tiempo, y no el pasado. Él puede actuar, actúa en una forma real ahora, en este mundo y en nuestra vida. ¿ Nosotros ponemos en el nuestra confianza? ¿En los cálculos que hacemos a lo largo de nuestra vida, en nuestro vivir cotidiano, Él entra en nuestra realidad? ¿ Nos hemos dado cuenta de lo que significa la primera tabla de los Diez Mandamientos, esta instancia verdaderamente fundamental que es dada a la vida del hombre, viene después asumidas en las tres primeras invocaciones del Padre Nuestro y concretada en una directriz fundamental de nuestro espíritu, de nuestro vivir?
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