lunes, 21 de mayo de 2012

La conferencia del Cardenal Ratzinger en Palermo (V)

(Quinta parte del discurso de Ratzinger, con algunas ideas que a mi entender debieran ser correctamente interpretadas, sobre todo en lo que se refiere a la capacidad del hombre de pensar a Dios). 




Dios es. Y la fe agrega que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Uno y Trino. Este punto central permanece envuelto en un silencio bastante embarazante. ¿No fue la Iglesia demasiado lejos? ¿No sería mejor acontentarse con esta inmensidad, y que este ser, tan inaccesible, permaneciera en el misterio? Por otra parte ¿Que significado puede tener para nosotros? Es verdad, esta proposición es y se mantiene como expresión de la alteridad de Dios, el cual es infinitamente más grande que nosotros. Trasciende todo nuestro pensamiento y ser. De todos modos, si no hubiera nada de decir, no habría sido manifestado ni siquiera su contenido. Es claro que podía ser comprendido solo dentro de los esquemas de un lenguaje humano, porque así era insertado en el proceso de reflexión y de vida de los hombres.
Pero ¿que significa esto? Comenzando desde el momento en el que Dios mismo quiso manifestarse. El se  llama Padre. La paternidad humana nos ofrece ya una anticipación de aquello que Él es. Pero cuando esta paternidad no existe, cuando solo se experimenta como un fenómeno biológico, y no como un fenómeno humano y espiritual, se vuelve vacío también nuestro discurso sobre Dios Padre. Si la paternidad humana desaparece, no podremos ni siquiera a pensar y hablar de Dios. Dios no esta muerto pero si aquello que constituye la premisa para que el mundo conozca a Dios. La crisis de la paternidad que hoy nosotros estamos viviendo es un componente, el más importante, que amenaza al hombre en su humanidad. Observar la paternidad solo como un hecho biológico sin ningúna relación con el hombre, o bajo la forma de tiranía que debe ser rechazada, significa olvidar algo extremadamente importante para la misma estructura del ser humano. Este ser exige un padre en el verdadero sentido, esto es, en el sentido que nos fue manifestado en la fe: como  responsble por el otro, que no es dominado sino reconducido a si mismo: con amor que no quiere aprisionar al otro, pero que tampoco lo confirma en su condición, sino que lo quiere en aquella verdad profunda que tiene sus raices en el Creador. Una paternidad de este tipo solo es posible cuando se acepta el propio ser creatura. El dicho de Jesús: "Uno solo es el Padre vuestro, aquel del cielo" (Mt 23,9), nos hace comprender el modo correcto de ejercitar nuestra paternidad: no explotando nuestro poder sobre los hombres sino haciéndonos responsables de la verdad que es dada por Dios y que puede liberar también al otro, sin egoismos y para Dios.
Pero debemos reflexionar también sobre el hecho de que en la Biblia Dios se manifiesta sobre todo en la figura del "Padre". Y aquello implica que también que el misterio de la maternidad tiene origen en Él, y a Él se dirige o de Él se oculta en sus deformaciones como en la paternidad. Que el hombre sea "imagen de Dios"  lo hace comprensible en su contenido real y extremadamente práctico. El no es imagen de Dios en modo abstracto: si fuera así nos encontraríamos también ante un Dios abstracto. Lo es en su realidad concreta y esta es la relación: lo es como Padre, Madre, Hijo. Son clasificaciones que, referidas a Dios, son consideradas como imágenes; pero lo són porque el hombre es imagen y son siempre acompañadas de una exigencia de realidad. Son imágenes que exigen la "imagen" y que pueden transformarse en una presencia de Dios o en su "muerte". La humanización del hombre y el conocimiento de Dios son inseparables, justamente porque el hombre es "imagen" de Dios. Destruir el ser humano significa comprometer la imagen misma de Dios. La disolución de la paternidad y la maternidad, o su reducción a un puro momento biológico, que no tiene nada que ver con el hombre como tal, estan íntimamente ligadas a la disolución de nuestra filiación con Dios. Este es el programa de la hybris que quiere reducir al hombre a su esfera biológica para hacerlo nuevamente esclavo. Hasta las raices de nuestro ser humano y de nuestra posibilidad de pensar a Dios. Un Dios que no puede ser imaginado no puede ser ni siquiera pensado. Toda "prueba de la existencia de Dios", se revela inútil cuando nuestro pensamiento agota nuestras energías para hacer imposible toda imaginación de Dios.

Hybrises un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’ y que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en sí mismo muy exagerada, resultando a menudo en merecido castigo. En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno unido a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo). Como reza el famoso proverbio antiguo, erróneamente atribuido a Eurípides: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco.» (Nota del T.)

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