viernes, 23 de abril de 2021

Biden y el catolicismo progre

Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos son, cada vez más, un fenómeno mundial capaz de tener cientos de lecturas diferentes. Las últimas generaron un pequeño terremoto en el ámbito católico. De un lado estaban los defensores de Trump, quienes intentaban presentar al presidente americano como un nuevo Constantino que necesitaba solo de otro mandato para terminar con la labor de reconstrucción del Occidente cristiano que había empezado. Por el otro lado, estaban los defensores de Biden que veían en el candidato demócrata la oportunidad de cortar con la sangría que lleva a cada vez más católicos a las filas del Partido Republicano.

Algunos politólogos e historiadores europeos (por ejemplo los italianos M. Graziano y M. Faggioli, en efecto, en Italia hay un particular interés de la cultura católica por entender el fenómeno del catolicismo americano) trataron de explicar la importancia que tenían estas elecciones en el marco de una Iglesia Católica dividida como “nunca antes”. Según estos, la candidatura de Biden sería parte de una maniobra impulsada entre otros por el papa Francisco para frenar el ataque de grupos cercanos al tradicionalismo, inspirados por el magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI y dirigidos por Steve Bannon y el cardenal Burke, quienes no solo tenían la intención de dar un golpe de Estado en Roma, sino también el de enterrar las enseñanzas del Concilio Vaticano II. (cfr. “I cattolici spaccati più che mai” de Manlio Graziano aparecido en el Corriere della Sera el 10 de enero del 2021).

La mayoría de estos análisis eran de un simplismo llamativo, y sin embargo, necesitaban de una respuesta ordenada y que conociera en profundidad la realidad americana.

Pues bien, la respuesta ha llegado. Quizás un poco tarde, pero sin ninguna duda oportuna. Un artículo aparecido en estos días en el Washington Post, firmado por Kenneth L. Woodward, católico, simpatizante del partido demócrata y editor de la sección de religión en la revista Newsweek desmonta uno a uno los postulados de estos estudiosos y revela hasta que punto la ideología y el oportunismo pueden crear discursos artificiosos, poco rigurosos y en última instancia inconsistentes.

Joe Biden puede unificar el país. No le pidan que unifique a los católicos.

Por Kenneth L. Woodward.

Las 161 páginas de "Joe Biden y el catolicismo en los Estados Unidos" tienen la brevedad, la valentía y el pensamiento binario de un buen tratado político. Que, de hecho, es lo que es. La hermosa foto de portada de Biden es de calidad de campaña, y la declaración de apertura es audazmente exagerada.

La elección de Biden como el segundo presidente católico de los Estados Unidos, escribe Massimo Faggioli, "por sí sola hizo que las elecciones estadounidenses de 2020 fueran históricamente notables, distintivas tanto en la historia política como religiosa de los Estados Unidos".

Esa distinción puede pertenecer más propiamente a las elecciones de 2004, cuando la mayoría de los votantes católicos no prefirió al candidato católico a la presidencia. El rechazo de John Kerry, el segundo senador católico irlandés de Massachusetts en postularse para el cargo, puso un firme paréntesis de cierre al tiempo en el que los políticos hablaban con seguridad sobre algo llamado "el voto católico".

Faggioli, profesor de teología y estudios religiosos en la Universidad de Villanova, todavía cree que sí se puede hablar.

Antes de su llegada a Estados Unidos en 2008, Faggioli pasó la década anterior en el Instituto Juan XXIII de la Universidad de Bolonia, donde los renombrados historiadores eclesiásticos Giuseppe Alberigo y, más tarde, Alberto Melloni disputaron en un alto nivel hermenéutico con varias universidades pontificias por la correcta interpretación de las reformas del Vaticano II. La visión de Faggioli del papado del Papa Francisco en relación con la de sus predecesores recientes tiene la misma polémica.

Desde estas orillas, Faggioli se ha desempeñado como comentarista frecuente en publicaciones europeas, interpretando eventos políticos y eclesiásticos estadounidenses para audiencias en el extranjero, así como para sus estudiantes de pregrado.

Pero a juzgar por este pequeño volumen, la comprensión de Faggioli de la historia religiosa estadounidense es asombrosamente poco sólida. En el primer párrafo, anuncia que la Iglesia Católica en los Estados Unidos últimamente ha "soportado divisiones internas entre sus miembros como ninguna otra iglesia y como nunca antes en la historia moderna".

¿En serio? Durante la Guerra Civil, los presbiterianos y los bautistas se dividieron en denominaciones separadas y, en los últimos 10 años, la Convención Bautista del Sur, los Episcopaliano y los Metodistas Unidos han sufrido divisiones o cismas absolutos. En comparación, las luchas internas entre católicos liberales y conservadores es un intercambio de escupitajos ideológicos.

Faggioli también afirma que la Iglesia Católica en Estados Unidos tiene "una marcada sensibilidad sobre la cuestión de la libertad religiosa, mayor que otras confesiones en Estados Unidos y en otras partes del mundo". Aparentemente no sabe que los Bautistas, desde Roger Williams hasta la familia Green del reciente caso de Hobby Lobby (NdT.: Se refiere al caso en el que en que una empresa defendió el derecho que tienen sus dueños a operar en sus negocios familiares sin tener que violar sus convicciones religiosas), han hecho de la libertad religiosa su principal preocupación y característica de identificación, sobre todo durante la reciente pandemia.

Más desconcertante es la confusión que hace de la historia electoral católica de Estados Unidos en un libro supuestamente dedicado a este tema. Ciertamente hubo oposición a la fe del primer candidato católico a la presidencia, Al Smith, en 1928, como señala Faggioli. Pero ignora la amenaza real que la candidatura de Smith representaba para los protestantes y para la nación que pensaban de haber construido sus antepasados religiosos: la comprensión de que millones de irlandeses y otros inmigrantes católicos estaban ahora organizados para ejercer un poder político real, como lo simbolizaba las conexiones que Smith tenía con la maquinaria electoral demócrata.

Para empeorar las cosas, esta era la época de la Ley Seca, y en el distrito electoral de Smith, o sea en Nueva York, se bebía y había familias numerosas, dos males que los reformadores sociales, desde la Unión de Mujeres Cristianas por la Templanza hasta el movimiento de control de la natalidad de Margaret Sanger, intentaron erradicar.

En la América de posguerra, los católicos fueron vistos más favorablemente, gracias en parte al pacífico pontificado de Juan XXIII. Pero Faggioli se equivoca al decir que “el establishment protestante” se opuso a Kennedy. En 1960, ese establishment se reunió en el Consejo Nacional de Iglesias. La principal voz organizativa de este grupo fue el teólogo Reinhold Niebuhr, quien, contra Faggioli, apoyó la candidatura de Kennedy. La oposición provino de una banda bastante más pequeña de evangélicos anticatólicos organizada por Billy Graham, un amigo íntimo del oponente de Kennedy, Richard Nixon.

Faggioli también confunde la relación entre los católicos estadounidenses y el Partido Republicano. "Comenzando con la presidencia de Reagan", escribe, "el desplazamiento de los católicos hacia el Partido Republicano ha vuelto su concepción del estado y del gobierno más liberal, aceptando el modelo económico de libre mercado".

Sin embargo, el abrazo de los católicos estadounidenses a la economía de libre mercado comenzó mucho antes de la elección de Ronald Reagan. Había empresarios liberales entre las mayorías católicas que anteriormente apoyaron a Eisenhower en 1956 y a Nixon en 1972. Más concretamente: el autor aún no se ha dado cuenta de que la mayoría de los católicos, como la mayoría de los estadounidenses, votan por el partido, el bolsillo y las personas, pero rara vez por las políticas que los candidatos proponen.

Si bien la presidencia de Reagan atrajo comprensiblemente a católicos políticamente conservadores, la mayoría de los "demócratas por Reagan" fueron el producto de las reformas que hizo George Govern, el candidato del Partido Demócrata, durante la campaña de 1972. El efecto de esas reformas fue eliminar la influencia de los líderes partidarios en los estados y sindicatos, muchos de ellos católicos, y eso dio preferencia a los votantes suburbanos y con mayor educación sobre los de la clase trabajadora blanca.

Cuando Faggioli analiza el momento actual de la política estadounidense, hiperbólicamente plantea la fantasiosa idea de que los partidarios de la "izquierda global" de Francisco y la "América liberal" de Biden luchan contra una conspiración internacional de los conservadores católicos "neos": "neo integralistas", "Neofundamentalistas" y "neorreaccionarios", que se remontan a la iglesia del Papa Juan Pablo II y el "Papa Ratzinger".

En este marco se encuentra el presidente recién electo, un católico que, según Faggioli, es capaz no solo de unir políticamente al país, sino también de "elevarse y superar las profundas divisiones dentro de la Iglesia católica estadounidense".

Pobre Joe. Lo apoyé en las primarias y en noviembre, y le deseo lo mejor con un Senado 50/50. Pero la idea de que un político de carrera, con 78 años, cuyos hábitos de devoción, como los míos, están arraigados en la iglesia de los años '50, anterior al Vaticano II, pueda unir a los católicos de hoy es un gran interrogante.

También es demasiado pedir a un presidente que, como otros políticos católicos, se ha visto comprometido moralmente por la insistencia del partido de que todos los funcionarios apoyen una política sobre el aborto más extrema que cualquiera hecha por un partido europeo. Faggioli describe eufemísticamente la postura de Biden sobre este asunto como "evolucionada" y "moderada".

Nunca sabría por este libro que Francisco, como sus predecesores inmediatos, ha condenado repetidamente la práctica del aborto, una condena que, por otra parte, se remonta a los primeros documentos de la iglesia cristiana.

Las expectativas de Faggioli para Biden asumen, como él escribe, que los presidentes estadounidenses son líderes religiosos, políticos y morales. Billy Graham también pensaba lo mismo, razón por la cual se opuso a Kennedy. Más de 60 años después, Faggioli no tiene excusa para cometer el mismo error.


2 comentarios:

  1. Las expectativas de Faggioli para Biden asumen, como él escribe, que los presidentes estadounidenses son líderes religiosos, políticos y morales.
    https://consejoscomunales.net/primeros-pobladores-del-peru/

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  2. rmadas de Ucrania contra las autoproclamadas repúblicas de Donbass. Por el momento, se sabe que se ha desplegado varias docenas de unidades de vehículos blindados en la parte sur de Bielorrusia, en particular, vehículos blindados "Cayman" y vehículos blindados de transporte de personal BTR-70MB1. Algunas fuentes también informan que Bielorrusia ha desplegado tanques y armas de artillería a lo largo de sus fronteras del sur. (Source/Photo: Various Media)


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